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Gustavo Guerrero, caballero francés de las artes

Escritor venezolano Gustavo Guerrero en París

Gustavo Guerrero y Alain Rouquié en la Casa de la América Latina de París.

Gustavo Guerrero, caballero francés de las artes

Por Guillermo Ramos Flamerich

Son las seis y veinte de la tarde en el 217 del elegante Boulevard de Saint-Germain-des-Prés. Es el miércoles 10 de abril de 2019 y en el nivel inferior de la Casa de la América Latina de París suena la canción «Volverte a ver» en la voz de Oscar de León. Esa pieza ameniza la exposición Fiesta Gráfica, la cual es un viaje por el diseño contemporáneo en Latinoamérica y Francia. Un piso más arriba, se espera que al pasar de diez minutos ocurra el solemne acto de imponer la orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, al escritor, editor y profesor venezolano Gustavo Guerrero.

El evento comienza con veinte minutos de retraso en la Sala de los Embajadores. Esta condecoración, otorgada por el Ministerio de la Cultura (ese órgano creado hace sesenta años y encabezado por primera vez por el escritor André Malraux), ha tenido entre sus recipiendarios a figuras como los actores Jackie Chan y Leonardo DiCaprio, las filósofas feministas Julia Kristeva y Judith Butler, o la cantante colombiana Shakira. El encargado de colocar esta insignia será el diplomático Alain Rouquié, director de la Casa de la América Latina y reconocido politólogo con sendos libros publicados sobre las dictaduras militares y la democracia en nuestro continente.

Rouquié comentará la trayectoria académica y literaria de Guerrero, lo que no sabe es que al colocarle el medallón en el pecho, lo hará de una manera tan fuerte que el venezolano lo sentirá como la aguja indeleble de un tatuaje.

Guerrero, nacido en Caracas en 1957, tiene como primera carrera la abogacía. Luego de ello, estudiará letras hispánicas en París y dedicará su línea de investigación a la lírica poética y la crítica de escritores y estilos. El Neobarroco, Severo Sarduy o Camilo José Cela, del cual contará en su ensayo Historia de un encargo, el periplo del novelista español para escribir La Catira (1955), aquella obra con «historias de Venezuela», la cual el dictador Marcos Pérez Jiménez pensó como la sustituta perfecta de Doña Bárbara para la era del «Nuevo Ideal Nacional». Este trabajo le valdrá a Guerrero el Premio Anagrama de Ensayo en el 2008.

También ha sido profesor visitante en la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos y actualmente imparte clases en la Universidad Paris Cergy-Pontoise. Se ha dedicado a la transmisión e internacionalización de obras latinoamericanas, desde su posición como consejero editorial de literatura hispana en el prestigioso sello francés de Gallimard. A partir de 2016 lleva el proyecto-seminario MEDETLAT, el cual pretende estudiar la traducción y mediación de obras latinoamericanas en Francia (1945-2000).

En sus palabras de agradecimiento en fluido francés, Gustavo Guerrero hablará de aquellos venezolanos que han encontrado una oportunidad en ese país. También mencionará la crisis que vive Venezuela y recordará que la nación gala no ha sido indiferente. Reconocerá a sus compañeros de la editorial y, entre ternura y complicidad, se dirigirá a su esposa Laurence al recordar el verso de T.S. Eliot: «estas son palabras privadas que te dirijo en público».

Al finalizar el evento, mientras se brindaba por el nuevo caballero francés, al fondo, en una biblioteca, se podían observar decenas de tomos de la colección de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. El país se expresaba entonces no solo en la memoria de su pasado, también en la capacidad de su gente en el presente.

*Publicado originalmente en el suplemento cultural Verbigracia de El Universal, el 17 de mayo de 2019

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Venezuela en la búsqueda de un desenlace

las marcas del poder. juan guaidó por francisco touceiro

Las marcas del poder. Juan Guaidó despúes de su breve detención por parte del SEBIN. Foto de Francisco Touceiro (@tofranku), en Caraballeda el 13 de enero de 2019.

Venezuela en la búsqueda de un desenlace

Por Guillermo Ramos Flamerich

Se cuentan por montones las imágenes que, vía Whatsapp y redes sociales, los venezolanos comparten de un Juan Guaidó investido con los atributos presidenciales. Es decir, con la banda tricolor, el collar y la chapa. Se habla ya de una nueva familia presidencial. Fue noticia la edición en la que algún usuario, entre la mamadera de gallo y el tumulto del momento, elevara a Guaidó como presidente de la república en Wikipedia. El régimen, con lo amargado que es, lo único que hizo fue bloquear de manera intermitente a esta enciclopedia virtual.

Mientras tanto, juristas renombrados, no tan renombrados y profesionales del chiste, analizan cómo en esta incertidumbre tenemos ya dos TSJ, dos Asambleas y dos Presidentes. Diría el influencer Ismaelito, los que «Frao» y los que «Frinchi». Pero es que el régimen no solo ha roto los esquemas y tramoyas de su propia legalidad, es que el repudio es generalizado. Desde el más humilde, hasta el más rancio solo pide que Nicolás Maduro cese la usurpación de sus funciones y se convierta en una página más, oscura y trágica, pero en pasado, de lo que ha sido nuestra historia contemporánea.

Casi como una terapia de autoayuda colectiva, la gente utiliza estas representaciones gráficas, estas cadenas con bendiciones y el humor, para visualizar un cambio que debe ocurrir lo antes posible. Los pueblos requieren de héroes en sus momentos más dolorosos. Un rayito de esperanza que se cristaliza en todo aquél que sea capaz de conducir hacia un camino de libertad.

Pero la tarea de Guaidó, de la Asamblea Nacional en pleno, debe ser en conjunto y con y para la gente. Es decir, hay unas cabezas visibles y estamos en un momento estelar para el cambio. La comunidad internacional y las presiones internas eso nos indica. El sistema de la mal llamada «Revolución Bolivariana» está colapsado desde hace tiempo. Pero como esos enfermos terminales que a cada rato parecieran que van a morir y después vuelven a su letargo habitual, el régimen venezolano ha jugado a un día más, unas horas más, sin importar que eso signifique la humillación, la miseria y la muerte de una nación.

La unión de factores pareciera que se está dando espontáneamente. En este momento, todos los que sentimos a Venezuela debemos apostar por la presidencia interina de Guaidó. Lograr que esta sea la realidad no solo por ser lo correcto, sino porque es necesario que ejerza efectivamente el poder. A los que le toca dirigir este proceso, tienen la responsabilidad de hacer uso de la pedagogía política. Es decir, comunicar y explicar los alcances reales y los pasos a seguir. Así como ocurren estas efervescencias y estos momentos de consenso, muy fácilmente pueden convertirse en una decepción más de tantas.

Por eso, los tiempos actuales con los que contamos son cortos y precisos. No se puede caer en algo como el paro indefinido de 2002, o la prolongación innecesaria de las protestas de 2017 sin un norte fijo. El país merece resolver su crisis política para así iniciar su reconstrucción en todos los demás sentidos.

Venezuela entera está en la búsqueda de un desenlace a esta historia de horror y opresión. No permitamos que una «cúpula podrida» prolongue lo que ya hemos decidido debe llegar a su fin. Son tiempos de esperanza, lucha y determinación para hacer de nuestro país no solo lo que está en nuestros sueños, sino lo que merecemos como realidad.

*Publicado originalmente en La Patilla, el 15 de enero de 2019

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#Opinión Venezuela, estas ruinas que ves

Venezuela, estas ruinas que ves

Collage digital obra del artista visual Francisco Bassin.

Venezuela, estas ruinas que ves

Por Guillermo Ramos Flamerich

Es un domingo a pocas horas de finalizar. En la televisión aparece una imagen conocida. La más común desde mi infancia. El candidato del oficialismo celebra su «victoria electoral» desde las afueras del Palacio de Miraflores. Habla de la revolución y que ahora todo va a mejorar. Que llegó el momento para convocar a todo el país. Esto justo después de insultar a sus adversarios; develar conspiraciones y decir que gobernará mucho tiempo más.

Pero este domingo 20 de mayo de 2018 las cosas fueron diferentes. No hay que venir del futuro ni ser brujo para palpar otro signo del ocaso histórico de una época. Nicolás Maduro, electo por menos de 1/3 de los venezolanos (según resultados oficiales) era anunciado como presidente reelecto para el sexenio 2019-2025. La bulla y la música a todo volumen a las afueras del palacio presidencial, solo buscaban tapar un secreto a voces, el gran derrotado no era solo Maduro, también la Revolución Bolivariana como alternativa, como sistema y como imaginario.

En Venezuela se dio una especie de profecía autocumplida, pero no solo por una elección que fue convocada por un órgano que no era el responsable del mismo (Asamblea Nacional Constituyente), ni por haber sido a destiempo. Tampoco por las irregularidades antes y durante el proceso. Sino porque todo lo que se denunciaba acerca de la Revolución Bolivariana, desde mucho antes de 1998, se ha ido convirtiendo en realidad. La propia Revolución Bolivariana también conocía su destino, y se armó y protegió para este momento. Cuando no tienen ni el fervor popular ni la legitimidad a lo interno y externo.

Se dijo que no eran democráticos. Nunca lo fueron. Se denunció que querían convertir a Venezuela en otra Cuba. Vamos peor. Se especuló sobre la maldad intrínseca de un discurso demagógico, nacido del resentimiento y el no reconocimiento de la diversidad. En eso ha derivado. Pero también el gobierno, desde los tiempos de Chávez, siempre argumentó que existía un plan internacional para derrocarlo. Que eran incómodos para las grandes potencias. Que el cerco era hasta militar… Al día de hoy, tenemos una comunidad internacional que ya no se fía en las cosas que diga o haga el régimen que ejerce el poder en Venezuela. Mientras este sistema político impere, no seremos ejemplo para nadie. Mucho menos para nosotros mismos.

Pero lo más importante no es que desde afuera nos vean como una dictadura. Es el sincerarnos como venezolanos. Colocábamos nuestras esperanzas en una «democracia imperfecta», en un pueblo contestatario y libre. Ya sabemos lo oprimido que estamos, lo poco, o nada, que vale nuestro voto, y las incongruencias y responsabilidades que debemos asumir en pleno.

También nos hemos dado cuenta que aunque tenemos cantidad de riquezas naturales y gente talentosa, la mayoría de esto sigue en posibilidades remotas. En esos sueños que solo sueños son, y no en una realidad concreta, marcada hoy por el hambre, la enfermedad y la muerte. Ese cambio espiritual que estamos transitando es duro, pero es necesario.

Considero que aunque la película del chavismo parece haber iniciado su etapa final, no sabemos cuánto durará esta. Sería muy desagradable decir cuánto tiempo más puede soportar no tanto Maduro, sino todo lo que él es y representa, en el poder. Lo que sí sabemos hoy es que cualquier posibilidad de cambio pasa por transformarnos a nosotros mismos y afrontar, con rigor, cabeza fría y pragmatismo, la necesidad de unificar los esfuerzos de todos los que queremos salir de esta pesadilla. Es imperante la unidad, porque la otra alternativa es la devastación.

Ya no está en juego un cargo o una cuota de un poder inexistente. Está en juego no solo nuestras vidas, sino las capacidades reales de superar esta crisis estructural como una nación en pleno. Nunca es tarde, pero mientras más temprano, mejor. Entramos en la crisis de las crisis, nadie puede pensar en esto como un trabajo fácil ni ameno. Pero hay que intentarlo desde lo mejor de nosotros mismos, asumiendo retos y venciendo dificultades.

Hagamos realidad ese pleno de existir como un todo, en Unidad, Virtud y Honor. No vaya a ser que nuestro himno nos siga desmintiendo y cual maldición eterna, debamos repetir en el tiempo que el vil egoísmo otra vez triunfó.

*Publicado originalmente en La Patilla, el 21 de mayo de 2018

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Palabras para recibir el nuevo año 2018

Fin de Año - Manzanares 01

Palabras de Guillermo Ramos Flamerich en representación de la juventud en la misa de Fin de Año de la Iglesia de Manzanares.

El sentido de este 2018

Palabras ofrecidas por Guillermo Ramos Flamerich en la misa de Año Nuevo en la Iglesia de Manzanares, parroquia católica Santa María Madre de Dios, Caracas.

Ante todo, es momento de agradecer a Dios la vida que nos ha juntado hoy. Estamos aquí, en el último día de un año, que para ninguno de nosotros podrá ser indiferente. Agradecer a Dios en su sabiduría infinita, cada una de las lecciones aprendidas. Agradecer a todas aquellas personas que nos legaron su amor y su parábola vital como ejemplo de vida y que en este 2017 nos abandonaron del plano terrenal.

Este ha sido un año de contradicciones, pasiones al límite y vacíos.

A mediados de agosto tres amigos decidimos recorrer el país para así buscar respuestas del significado de eso que llaman el «Alma venezolana». Ya para ese momento el olor de las lacrimógenas iba desapareciendo de nuestras vías principales, aunque la sangre inocente sobre el pavimento seguía allí, como rastro de la intransigencia y el dolor colectivo.

Uno de estos amigos quería conocer esos pueblos perdidos de nuestra geografía, tomarse una foto en cada Plaza Bolívar, hablar con la gente y, sobre todo, escucharla. El otro quería retomar los ánimos después de un torbellino de protestas que, al parecer, no habían logrado los cambios reclamados.

En mi caso, creo que conjugaba ambas necesidades, recorrer esos lugares que uno ve tan próximos y damos por sentado que en cualquier momento los conoceremos y quizás eso nunca ocurra. También, el mes anterior había fallecido mi abuela y si algo me había dejado, era su amor profundo por el país.

A quienes les comentábamos del viaje, casi en su totalidad, nos decían que era algo demasiado arriesgado. La delincuencia, las alcabalas, el mal estado de las carreteras, la crisis… Pero es que a mi generación no le ha tocado otra cosa que vivir en una crisis eterna convertida en anormal cotidianidad.

Un carro, provisiones básicas y alguno que otro contacto en las paradas principales. Todo salió según lo planeado y hasta mejor, porque en cada pueblo en el que nos paramos, nos encontramos con gente buena, que buscaban ayudarte aunque nada tuvieran. También observamos muchas miradas tristes ante tantas atrocidades que padecen. Miradas que pueden convertirse en sonrisa y trabajo si juntos nos damos alientos y nos llenamos de fe. Pensábamos que más nos impresionaría la geografía física de cada región, y vaya que es impresionante la potencialidad de nuestra tierra, eso ya lo sabemos. Pero lo fundamental fue esa geografía humana, colmada de mujeres, hombres y niños que están dispuestos a ser mejores y no dejarse vencer por las calamidades del presente. Venezuela es una apuesta al futuro y ese futuro significa ¡Hoy!

Fin de Año - Manzanares 02

Es verdad que mientras el tiempo pasa sentimos un país que se nos va y cada vez es más difícil retenerlo. La nostalgia se ha convertido en la gran compañera de muchos padres aquí presentes, que tienen a sus hijos dispersos alrededor del mundo. O que los tienen aquí con la mente en remotos lugares. Se ha dado el caso de que un joven que no llega a los 27 años, tenga a su novia en Francia, y los mejores amigos regados entre España, Uruguay, México, Australia, los Estados Unidos…

Muchas de esas conversaciones esenciales con amigos y familiares, siguen ocurriendo, y siguen siendo hasta altas horas de la noche, pero ahora a través de grupos Whatsapp, de Skype o de cualquier otra aplicación que ofrezca el mundo globalizado. Pero aunque todo esto pueda sonar triste, no debe significar fatalidad. Lo que hemos experimentado estos años y, sobre todo, este año, debe significar fortaleza.

El reto es convertirnos en lo mejor de nosotros mismos y demostrar con el ejemplo que podemos transformar nuestra sociedad. Allí afuera hay gente que padece por lo más básico, esa ni es la Venezuela que queremos ni la que merecemos.

Pero como dijera alguna vez Elie Wiesel, sobreviviente de los campos de concentración Nazi y Premio Nobel de la Paz: «la indiferencia puede ser tentadora, más que eso, seductiva. Es mucho más fácil alejarse de las víctimas. Es tan fácil evitar interrupciones tan rudas en nuestro trabajo, nuestros sueños (…). Es, después de todo, torpe, problemático, estar envuelto en los dolores y las desesperanzas de otra persona».

Pero si algo hemos aprendido en estos años de brega es que estamos llamados a ser uno para poder ser todos. Junto con el que goza, como con el que padece, con el que sueña y también con el que tiene pesadillas. Es apostar a la esperanza en el momento más oscuro, y como dijera el Papa Emérito, Benedicto XVI, en su carta encíclica Spe Salvi: «esperanza que nos da el valor para ponernos de la parte del bien aun cuando parece que ya no hay esperanza». Se trata de «aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido».

Ese sentido tiene el nombre de Venezuela, pero también el de la honra de nuestros muertos. Tiene el nombre de nuestra familia, el de nuestros padres e hijos. El del amigo, el del vecino y hasta del contrario.

Ese sentido debe ser devolverle la ilusión al rostro de las nuevas generaciones. Debe convertirse en una doble llama que llene de esperanza tanto a los que se quedaron, como a los que se fueron. Para que los que aquí se encuentran no vean el país como una prisión y los que se fueron, nunca lo hagan en espíritu.

Damos la bienvenida a este 2018 con el mayor ánimo posible. El cambio de una fecha no representa un borrón y cuenta nueva, pero sí una esperanza renovada en nuestros corazones. Damos así la bienvenida a ese hermoso regalo que es seguir viviendo y hacer de nuestras vidas una herramienta fundamental para surgir, no solo como individuos, no solo como familia, sino como nación. Porque nosotros confiamos en Dios nuestro hogar, ese hogar que merece todo el trabajo y la gloria posible. Ese hogar que se llama: Venezuela.

Fin de Año - Manzanares 03

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Una incursión en Canoabo

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo 1

El viaje comenzó por los Valles Altos de Carabobo, en Canoabo, un pueblito «típico». Tenía las características casitas de colores, además de la iglesia, los viejos con sombrero y unos cuantos borrachitos, alrededor de la Plaza Bolívar.

Una incursión en Canoabo

Por Guillermo Ramos Flamerich

UNO

Quizás era un buen augurio: la Virgen del Perpetuo Socorro había salido en procesión desde Valencia y estaba de paso en Canoabo. No soy la persona más religiosa de todas, pero tomaba esto como una buena señal. Mi abuela era devota a aquella virgen. El viaje por el occidente de Venezuela surgió en su funeral. Entre la tristeza y el recuerdo, el pana Daniel me dijo que valía la pena recorrer pueblos y caseríos, de pararse en cada uno y hablar con la gente. Acepté. Él solo tendría que poner a disposición su carro. Le pregunté si podríamos agregar a otro pana, a Gabriel, a quien buscaríamos en Barquisimeto. No tuvo problema.

Parecía una decisión extraña la de viajar en medio de la situación país, pero creo que ya nos hemos acostumbrado a que la tensión esté presente. Si no hacemos las cosas quizás nunca exista el momento adecuado. Para nosotros los caraqueños Venezuela se ha convertido en lo que sucede en Chacaíto o en la Autopista Francisco Fajardo. Sin embargo, existe una «Venezuela profunda». Cliché. Más que profunda, es un país que está allí, tan variado como esencial. Un país que es necesario conocerlo para sentirlo cerca, nuestro.

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo 2

No sabía que había sido fundado en 1711, un 19 de marzo, ni que las tribus indígenas que habitaron allí habían dejado petroglifos, o que tienen sus propios «Diablos Danzantes».

 

DOS

El viaje comenzó por los Valles Altos de Carabobo, en Canoabo, un pueblito «típico». Tenía las características casitas de colores, además de la iglesia, los viejos con sombrero y unos cuantos borrachitos, alrededor de la Plaza Bolívar. La gente sentada en la entrada de sus casas esperaba a que pasara la vida.

Me sorprendió. No sabía que había sido fundado en 1711, un 19 de marzo, ni que las tribus indígenas que habitaron allí habían dejado petroglifos, o que tienen sus propios «Diablos Danzantes».  Mucho menos que sus chocolates son «gourmet» y se venden caros no solo en el Trasnocho Cultural, sino también afuera del país. Lo único que sabía era que en ese «pequeño pueblo venezolano escondido en una agreste comarca» había nacido el poeta Vicente Gerbasi (1913-1992). Aquel que dejó unas líneas épicas en el imaginario nacional, con ese comienzo de «Venimos de la noche y hacia la noche vamos», ese decir, con su poema Mi Padre el Inmigrante.

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo 4

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo 3

La valenciana Virgen del Socorro, de procesión por Canoabo.

TRES

Algo que disfruto mucho es preguntarle a la gente por los personajes históricos o algún hecho curioso ocurrido en el lugar donde viven. Así comencé preguntando en la plaza si conocían la casa natal de Gerbasi. Imaginaba la placa, la conmemoración. A decir verdad, para nosotros era suficiente conseguir el sitio. Los ancianos decían que conocían de la familia, pero no lograban ubicar la propiedad. Los más jóvenes nos mandaban con dirección al colegio del mismo nombre. Al rato, y después de varias vueltas en el caso, una señora nos supo indicar: «Es esa casa de allá, toque la puerta a ver si está el señor Francisco».

Sí estaba. La esposa nos hizo esperar unos minutos en el zaguán mientras el señor Francisco Moreno se ponía su camisa. Entonces nos saludó y nos dijo: «Bienvenidos a la casa donde nació el poeta Vicente Gerbasi el 2 de junio de 1913». ¿Y usted es familia? le pregunté. «No. Pero cuando me vendieron esta casa me dijeron que aquí había nacido y me he dedicado a cuidar su memoria».

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La esposa nos hizo esperar unos minutos en el zaguán mientras el señor Francisco Moreno se ponía su camisa. Entonces nos saludó y nos dijo: «Bienvenidos a la casa donde nació el poeta Vicente Gerbasi el 2 de junio de 1913». ¿Y usted es familia? le pregunté. «No. Pero cuando me vendieron esta casa me dijeron que aquí había nacido y me he dedicado a cuidar su memoria».

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En la entrada de la casa natal de Vicente Gerbasi, con su dueño, el señor Francisco Moreno, y su nieta.

CUATRO

En la sala no había ninguna referencia al poeta más allá de la conversación que estábamos a punto de comenzar. Nos contó la biografía del poeta, los datos básicos, es decir, lo que se conoce al buscar su nombre en alguna enciclopedia, o en Internet. Era sabroso escucharlo en ese pueblo, en ese lugar, rodeado de cuadros, entre esotéricos y ambientalistas, que hacía su esposa.

Agotada la biografía nos comentó que comprar la casa en los años ochenta le había permitido hacer amistad con el poeta, aunque nunca lo conoció. El señor Francisco ha sido invitado a los homenajes que le han hecho a Gerbasi en instituciones como la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez o la Universidad de Carabobo. Allí ha podido conocer a familiares y amigos, y sentirse uno más del clan.

Su propia historia es interesante: nativo de Canoabo y después de una agitada vida en Caracas trabajando en el antiguo Ministerio de Transporte y Comunicaciones y militando en las filas del partido de Jóvito Villalba, URD, había decidido regresar y llevar una vida más tranquila, con la familia, en la austeridad de la provincia, pero también en su tranquilidad.

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo 7

El autor con la crónica publicada en la portada del suplemento cultural del diario El Universal: Verbigracia.

CINCO

Teníamos que proseguir la ruta antes de que anocheciera. La carretera angosta y desconocida no ayudaba mucho. Provocaba quedarse, pero nos esperaban más ciudades, pueblos, más estados, incluyendo a Santa Ana de Trujillo y su monumento al abrazo entre Simón Bolívar y Pablo Morillo en 1820 y cruzar el Puente sobre el Lago de Maracaibo con el Sentir Zuliano de los Cardenales del Éxito de fondo. También había que buscar a Gabriel en Barquisimeto. Mientras anochecía reflexionaba con Daniel sobre nuestro día con Gerbasi y su amigo. Nos gustó que todavía te abran la puerta de la casa para echarte un cuento largo, solo porque llegaste hasta allí para escucharlo.

También pensábamos en cómo hacer de toda esa memoria algo palpable y vivo. Lamentablemente en Venezuela el legado de los escritores pareciera que sirve para nombrar algún liceo, quizás una calle y si tiene mucha suerte, una plaza. Hay algo más en nuestra idiosincrasia, en nuestras maneras, que debe ser canalizado no con imposiciones nacionalistas y huecas, sino como una promoción al conocimiento, al arraigo. No solo es la literatura, es la música, los bailes, los dichos, Existen dos países, el que fue y el que será, y esos dos se comunican en el que es. Allí espera cumplir todas sus posibilidades tan solo si aprendemos a redescubrir esa universal angustia de ser una nación.

*Publicado originalmente en el suplemento cultural Verbigracia de El Universal, el sábado 21 de octubre de 2017

Guillermo Ramos Flamerich. Una incursión en Canoabo

 

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Mensaje ante el Fraude Constituyente del 30 de Julio de 2017

Mensaje Guillermo Ramos Flamerich a Venezuela

Pase lo que pase, es momento de Resistir.

Claudicar es perdernos.

Como nación, hemos podido salir con la frente en alto de situaciones peores y de catástrofes tan terribles y absurdas como esta que hoy enfrentamos.

Debemos creer en el legado de nuestros abuelos, de nuestros antepasados que hoy son energía fecunda e infinita que nos acompaña.

Debemos creer en la suerte de esta tierra que ha logrado tantas veces salir de la oscuridad para convertirse en luz y faro de todo un continente. No solo por las luchas que alguna vez dimos por nuestra independencia, también por esa República Civil que logramos construir en una épica más reciente y que hoy es la base de nuestra rebeldía: la Conciencia Democrática.

Pero lo más importante, debemos creer en nosotros mismos. Dejar de lado cualquier determinismo, cualquier frustración, cualquier profecía autocumplida.

Honremos a los caídos con una oración de lucha cívica, legando un país libre en el suelo donde fueron esparcidas sus cenizas.

Nos toca demostrar que somos dueños de nuestro destino y que el futuro siempre estará en nuestras manos.

Vendrán tiempos mejores para Venezuela.

Los de ahora, son de lucha y esperanza convertidos en gesta ciudadana.

Guillermo Ramos Flamerich

@ramosflamerich

30/07/2017

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Viajeros del siglo XIX en Venezuela

Velorio de Cruz de Mayo - Göering

Velorio de Cruz de Mayo. Anton Göering. Tomado del Atlas de Tradiciones de Venezuela. Fundación Bigott, 1998. Aparecido originalmente en Von tropischen Tieflande zum ewigen Schnee. Eine malerische Schilderung des schönsten Tropenlandes Venezuela. Leipzig, 1892.

La extraordinaria cotidianidad

Por Guillermo Ramos Flamerich

Comenzaré estas palabras con una evocación muy personal. De niño siempre revisaba el Atlas de Tradiciones de Venezuela (1998) de la Fundación Bigott. Allí conocí de cultores populares, arquitectura local y las fiestas y manifestaciones que acompañan y adornan cada región del país. Cuando llegaba a la sección sobre «La Música Tradicional Venezolana», más allá del texto, quedaba fascinado por un grabado de 1892 sobre los Velorios de Cruz de Mayo.

En el mismo, aparecen tres individuos quienes a punta de furro, maracas y algún cuatro o guitarrilla, ponen a bailar a dos parejas, vestidas a la usanza de los trapos campesinos de la época, vestimentas consideradas actualmente como parte del patrimonio nacional. Otras cuatro personas acompañan la escena, dos a lo lejos, otras dos más cercanas. También son dos las chozas. En la más próxima a nosotros, podemos ver la silueta de un altar, con sus velas y ofrendas a una Cruz de Mayo la cual no es evidente, pero está omnipresente en todo el cuadro. La vegetación es exuberante y distingue un paisaje idílico para cualquier amante de la tierra tropical. Durante mucho tiempo esta sería mi más importante referencia gráfica sobre los Velorios de Cruz en el país y sigue siendo la más antigua que conozco. Solo la sustituiría, o mejor dicho, complementaría, asistir y vivir en pleno este ritual.

Después descubrí que el grabado había sido hecho por un viajero alemán de mediados del siglo XIX llamado Anton Göering (1836-1905), de quien el poeta y geógrafo Pascual Venegas Filardo se preguntaría si era más artista que naturalista, y el cual entregó en sus paisajes «no solo la naturaleza, sino la poesía paisajística de nuestro país»[1].

Es interesante como este registro gráfico se termina convirtiendo en documento y cómo a un venezolano del presente su imaginario sobre sus tradiciones puede ser construido a través de lo que vio un europeo. Una retroalimentación que nos hace reflexionar sobre lo propio, lo cercano y lo ajeno. Lo dice el historiador José Ángel Rodríguez al referirse a los testimonios de extranjeros: «Son ellos una parte vital de nuestro pasado, en particular del siglo XIX, cuyas fuentes históricas están dispersas y existen vacíos de información considerables, sea por la acción del fuego de montoneras y revoluciones sobre el papel en su momento, cuando no por pérdidas posteriores, resultado de otras intervenciones sobre nuestra memoria escrita»[2].

Centrándonos justamente en los mediados del siglo XIX, periodo de contratiempos propios del nacimiento y formación de las repúblicas independientes latinoamericanas, encontramos ciertas características generales que definieron la mirada europea, la cual plasmaron en sus cartas, dibujos y diarios, muchos de ellos publicados en la época, en sus países de origen y en ciudades que constituían el epicentro de la cultura occidental. A diferencia de sus abuelos conquistadores del siglo XVI, estos no llegaban a lo que se pudiera considerar un universo desconocido, propio para que cualquier leyenda o herencia mitológica de la tradición grecolatina[3] y más allá, pudieran hallarse en estos parajes.

El contexto político, histórico y económico era otro. Europa vivía su segunda Revolución Industrial. Las ideas del positivismo y la expansión del imperialismo, creaban en la mentalidad de la época una fascinación por el progreso de la técnica, por describir y medir toda experiencia y por abrir nuevas rutas a los mercados mundiales. Además, si bien las poblaciones latinoamericanas eran subsidiarias de la herencia occidental, estas eran tratadas como periféricas, sirviendo como campo idóneo para sustentar los prejuicios del momento: «También las generalizaciones supuestamente basadas en la observación directa de la sociedad, a menudo producen un diagnóstico distorsionado. Una lectura atenta descubre que no hay tal inmediatez de la observación, sino juicios previamente filtrados por los valores del acervo europeo» [4], como nos explican Elías Pino Iturrieta y Pedro Calzadilla al tocar este tema sobre la mirada del otro.

Existe entonces una barrera mental. Una torre desde la cual el viajero juzga y compara. No se integra al medio, pero le puede ser propio y lo reconoce en todo aquello que pueda servirle a su concepción de mundo: «la mirada del viajero está codificada en términos de la contraposición “civilización” y “barbarie”, expresada mediante la oposición “yo”/“otro” y “blanco”/”negro”, la imagen también esta codificada en términos del comercio. Lo que el viajero “mira” se convierte en un objeto con un valor para el mercado, y con miras a una explotación capitalista» [5].

Muchos pasaban tan solo una temporada en estas tierras, otros se quedaban por largos años. También existen las diferencias entre los que se interrelacionaban con los habitantes del lugar y los que no perdían su aura de advenedizos. En el mismo trabajo de José Ángel Rodríguez, anteriormente citado, se explica la diferencia entre las experiencias de franceses, ingleses y alemanes. Estos últimos, buscaban aprender el idioma, ser parte activa de la vida social del pueblo o ciudad en la que se encontraban, también sirvieron a la formación del conocimiento científico nacional. Muchos de ellos inspirados por el barón Alexander von Humboldt (1767-1835) (quien a comienzos del siglo había recorrido un buen trecho de la geografía local), buscaban emular sus hazañas, pero las circunstancias terminaban haciendo del viaje una vivencia bastante diferente.

Existen otros casos, como el de la viajera francesa Jenny de Tallenay (c. 1855 – ¿?), quien estuvo en Caracas de 1878 a 1881, debatiéndose en sus Recuerdos de Venezuela (1884) entre su cariño por la tierra, la crítica social y cometiendo graves gazapos en su recuento de la historia local y de los personajes y lugares. Algo muy generalizado entre los viajeros, lo cual se anota ante la mirada actual como datos curiosos, no como imprecisiones fatídicas que puedan deslegitimar al documento.

Lo cierto es que cuando los viajeros regresaban a sus lugares de origen, existía un público ansioso por conocer y vivir estos recorridos. La vida cosmopolita del viejo mundo tenía un mercado propicio no solo para las novelas y ficciones de un Julio Verne y un Emilio Salgari, también para la divulgación científica y para la imaginación de lo real. Allí entran los grabados, litografías y luego las primeras fotos, las cuales hicieron vivir a muchos los pasos de los ríos, de la selva, el contacto con civilizaciones que pudieran considerar en su óptica como «semibárbaras», vinieran estas de la América Latina, de África o Asia.

A nosotros, estos testimonios nos servirán mucho tiempo después, luego de ser traducidos y estudiados, como puntos de encuentro con nuestro pasado nacional. Logrando, en muchos casos, tapar esos baches en los que se extravían la cotidianidad de una sociedad y haciendo evidente lo que de tanto parecernos lo obvio y lo común, lo dejamos pasar sin registrarlo. Resultando, en la mirada del viajero, situaciones fabulosas, aventuras inacabadas y relatos extraordinarios dignos de ser contados y mostrados en todo el orbe.

Referencias

[1] Pascual Venegas Filardo, Viajeros a Venezuela en los Siglos XIX y XX. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1983,  p. 85.

[2] José Ángel Rodríguez, «Viajeros alemanes a Venezuela en el siglo XIX». Se puede revisar este trabajo en el siguiente enlace: http://190.169.94.12/ojs/index.php/rev_ak/article/download/884/813

[3] Sobre este tema y relacionado con Venezuela en específico, se recomienda leer Novus Iason. La tradición grecolatina y la relación del tercer viaje de Cristóbal Colón, del profesor Mariano Nava Contreras. Fondo Editorial Apula, Mérida, 2006.

[4] Elías Pino Iturrieta y Pedro Calzadilla, La mirada del otro. Caracas, Artesano Editores / Fundación Bigott, 2012,  p. 26.

[5] Santiago Muñoz Arbeláez, «Las imágenes de viajeros en el siglo XIX. El caso de los grabados de Charles Saffray sobre Colombia». Historia y Grafía, número 34, 2010, p. 186.

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Trazar la ruta final

Cambio - Roberto Weil

Estos trazos de Roberto Weil expresan el anhelo de toda Venezuela.

Trazar la ruta final

Por Guillermo Ramos Flamerich

La muerte de Neomar Lander el pasado miércoles nos lleva a tantas preguntas como sentimientos de dolor e impotencia. ¿Cuántas más? Han sido muchas. Demasiadas. Y no solo me refiero a las que han ocurrido en 2017 o las de 2014. Nuestras ciudades están repletas de calles y esquinas que recuerdan a algún fallecido a manos de la violencia propiciada desde el Estado. Solo que por un tiempo fueron invisibles. Siempre resulta más fácil creer salvarse el pellejo con la indiferencia. Pasar agachado para que nada ocurra. Pero esta cosa horrible que vivimos siempre ha sido el accionar de la Revolución de las Miserias. Solo que desde hace un tiempo es mucho más que evidente. Construyeron una red de hamponaje, de cómplices y, creían ellos, que de esclavos. Pero más poderosa ha sido la conciencia democrática y el sentido de supervivencia de quienes se saben ciudadanos y no están dispuestos a claudicar ante nada ni nadie.

El gobierno ha perdido la noción de todo. Para ellos no hay país, solo son un parásito represor que se chupa todos los recursos que puede brindar esta tierra y que sonríe macabramente ante la miseria de los demás. No les importa nada, salvo el hecho de que cuando esto abandone el poder, lo que les espera es tan tenebroso que prefieren arriesgarlo todo. Es como un secuestrador que empieza a picar a su víctima por pedacitos, enseñando que no le teme a matar o a morir.

Mientras tanto, los venezolanos nos debatimos en una extraña cotidianidad, bipolar, agresiva e incierta. Siempre me pregunto, ¿cómo se vivía lo cotidiano durante los grandes conflictos de la humanidad? Siempre existirán momentos para reír, para compartir con la familia y los amigos, pero ese nudo en la garganta llamado situación país, no puede abandonar nuestras mentes y nuestros corazones. Además, el que hoy sea indiferente, solo puede haber perdido todo juicio y humanidad.

Es momento de definiciones. Porque el sistema perverso que tenemos ya está completamente definido. Tiene una bala para cada uno. Lo queramos o no, aquí nadie se salva si esto sigue. Ni tú, ni yo. Este momento lo es todo. Y si alguien viene con la cantaleta de que eso se dice todos los años, solo que vea a su alrededor. El siguiente paso unitario debe ser trazar las líneas de una ruta final. El final de esta tiranía, claro está. Y el comienzo de la Venezuela que está en nosotros. Suena difícil decir eso, accionar eso, pero las cosas se deben decir. El verbo construye realidades y el verbo, el pensamiento y la acción deben ser la tríada de toda lucha que se busque exitosa.

Ellos ya desafiaron con la fecha del 30 de julio. Son unas elecciones ilegales y chucutas que nadie se las cree. Pero allí están. El fantasma de la Constituyente nos acecha. Debemos impedir que esto ocurra y que ese logro sea otro hito de lo que se está por conquistar. La lucha cívica en las calles sí ha ido fracturando al régimen, pero siempre hay que seguir innovando. Si nos quedamos en el aparato, serán más los Neomar y más alejados los días de las definiciones.

Los actuales esfuerzos de resistencia contra la dictadura son innumerables. Desde activistas culturales, deportistas, apoyos internacionales, los constantes marchantes de cada convocatoria… Todo ello se debe articular con un sentido de urgencia y con unos valores claros que se deben repetir hasta el cansancio. ¿Por qué la Democracia? ¿Por qué la Libertad? ¿Por qué la solidaridad entre venezolanos? ¿Por qué la equidad? ¿Cómo se debe dar la reconciliación? No deben ser simples adornos conceptuales, sino las premisas de la hoja de ruta. En eso la dirigencia política tiene un gran compromiso, no solo ser reactivos, sino también ser reflexivos y pedagógicos. Pensar para actuar y aprender de ello.

Si la resistencia pacífica es para quebrar los pilares del régimen, también se deben seguir fomentando los puentes para que la estructura media de lo que hoy conforma la administración pública, pueda cruzar sin miedo desde el punto del oscuro presente a un futuro que se está por construir. Lleno de inquietudes pero siempre mejor que esto que tenemos. La lucha democrática es de todos, no de individualidades. Eso lo ha ido asimilando la sociedad y en esto todos estamos incluidos. Todos.

El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones.

Ese es el preámbulo de la Constitución de Venezuela. El gobierno hace rato que rompió y se burló de ese pacto. Cuando alguien pretende enterrar nuestros fundamentos como nación, la respuesta siempre será la rebeldía y el desconocimiento.

*Publicado originalmente por Polítika UCAB el 16 de junio de 2017

 

Les comparto este video que hice para Instagram. Hay que seguir y resistir:

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Perfiles: Gilber Caro

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El diputado Gilber Caro y Guillermo Ramos Flamerich (Salón Francisco de Miranda, Palacio Federal Legislativo, 7 de enero de 2016).

Gilber Caro

Por Guillermo Ramos Flamerich

Dice Simón Díaz en su Caballo Viejo que «después de esta vida, no hay otra oportunidad». Pero mientras estemos vivos siempre existirán nuevas oportunidades, mejores maneras de hacer las cosas y de renovar la fe como individuos, también como nación. La historia de Gilber Caro está fundamentada en una segunda oportunidad. Llevo más de seis años conociéndolo y en ese tiempo hemos podido compartir conversaciones y momentos estelares, de esos que quedan siempre en la memoria y te llevan a reflexionar.

Él estuvo diez años preso, eso nunca lo ha ocultado, más bien ha sido su carta de presentación y de superación. Cuando le preguntaba sobre cómo lo agarraron, respondía: «Terminé pagando por ser como Shakira: ciego, sordo y mudo. Por no delatar, terminé pagando condena». Después se explayaba al detalle y te llevaba casi a vivir una película de aventuras por los sitios en los que estuvo recluido: Yare, El Rodeo, el extinto Retén de Catia, en fin, más allá de la anécdota, su vida no se trata del pasado, sino de cómo ese pasado moldeó su presente y lo llevó a convertirse en un líder comunitario.

Ser un expresidiario en todas partes del mundo es un estigma. En Venezuela, aun más. Se les excluye por haber delinquido, pero buena parte del origen de esos delitos se encuentran en la exclusión de la que han sido objeto. ¿Y es que acaso marginando a alguien, despreciándolo, estamos mejorando nuestra sociedad? Mucho de lo que hoy vivimos recae en la doble moral de convertirnos en jueces implacables, perfectos e impolutos. Mientras, el país se cae a pedazos por no asumir culpas ni brindar una oportunidad al otro, por no brindar opciones y solo mirar de reojo a quienes no lucen ni piensan como nosotros. A pesar de todo eso, Gilber pudo reinsertarse a través de su fundación Liberados en Marcha, lo que luego lo llevó a la acción política en las Redes Penitenciarias y en Voluntad Popular.

A no tantos metros de la cárcel de El Rodeo está el barrio El Milagro, en Guatire. Allí viven muchos familiares de presos y justamente en ese lugar Gilber comenzó su trabajo social, brindando apoyo a las familias, creando equipo, proyectando un centro de acción comunitaria, con herramientas capaces de nutrir a ese nuevo liberado que no sabe qué hacer con su vida. Está también su iniciativa de Santa va a las cárceles, juguetes en épocas decembrinas a todos esos hijos de presos que requieren una sonrisa, un abrazo, ante una vida muchas veces más fuerte que cualquier pesadilla.

Y así siguió evolucionando, como conferencista, como dirigente político. Aprendiendo de leyes para presentar mejoras claras al sistema penitenciario. Y así llegó a ser diputado suplente del estado Miranda, justamente por el Circuito 4, allá donde está El Milagro. Recuerdo su mirada brillante, su atuendo semiformal, asistiendo al Palacio Federal Legislativo los primeros días de enero de 2016. Era el mismo Gilber del que por primera vez escuché en un evento llamado Zoom Democrático; el mismo con el que vi clases en el IESA, en el programa Lidera de la Fundación Futuro Presente. El mismo que sentía orgullo de las vueltas que había dado su vida.

Mientras escribo estas líneas –el miércoles 11 de enero– Gilber yace detenido arbitrariamente por el SEBIN (policía política venezolana). El Vicepresidente lo acusa de terrorismo y conspiración. Saca a colación todo su pasado como justificativo de su detención. ¡Qué burla tan grande! ¿Este es el gobierno que dice tener una profunda conciencia social y que construye un país más justo y de oportunidades? Esta Revolución de las Miserias solo es la peor cara de nosotros, mientras que Gilber es el rostro de las posibilidades, de las mejores posibilidades que tenemos como país.

Lo detienen por ser parte de Voluntad Popular, por su lucha en defensa de la democracia y la liberación de todos los presos políticos. Lo detienen por considerarlo débil. Y eso es lo que pasa cuando una justicia no es justa, siempre destroza al más débil en beneficio de los poderosos, de los saqueadores de esta hermosa pero apuñalada Venezuela.

¿Qué podemos hacer? Esa es una decisión muy personal. Pero esto no es una película de la que nos estremecemos, pero somos solo simples espectadores. Tenemos que ser los protagonistas del cambio, de la organización ciudadana, democrática. Con fuerza, con tanta indignación como ánimo, no dejemos que todas las oportunidades sean perdidas ni que este sacrificio que estamos viviendo como sociedad sea en vano. Hoy nos toca decir unidos #LiberenAGilber.

*Publicado originalmente por Polítika UCAB el 13 de enero de 2017

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La Revolución Xenófoba

«Por más que estas acciones sean pasajeras, las imágenes de los hombres, mujeres y niños cruzando el río Táchira, con sus pertenencias a cuestas, se suman al vergonzoso imaginario de la Revolución Bolivariana. Época violenta, de derroches y corrupción; años de intolerancia y mezquindad» (Foto de Carlos Julio Martínez / Revista Semana)

La Revolución Xenófoba

Por Guillermo Ramos Flamerich

… estoy aquí, amigos, sencillamente por mi antiguo

y empecinado afecto hacia esta tierra en que una vez fui joven,

indocumentado y feliz, como un acto de cariño

y solidaridad con mis amigos de Venezuela, amigos generosos, cojonudos

y mamadores de gallo hasta la muerte. Por ellos he venido, es decir, por ustedes.

Discurso de Gabriel García Márquez

 al aceptar el Premio Rómulo Gallegos en 1972

En el episodio Indiferendo fronterizo (1998) de la serie animada colombiana El siguiente programa, Chichombia y Chamozuela entran en guerra por un pedazo de yuca que tomó un chichombiano. El capítulo se desarrolla entre críticas y chistes crueles. Aparece la comandante «Irene Chávez» y los chamozolanos logran invadir Cúcuta. Al final gana Chichombia, después de lanzar a un indigestado soldado Pito López como arma química contra el invasor. Y es que las relaciones colombo-venezolanas siempre han dado que hablar. Desde las reclamaciones y asuntos territoriales (el Golfo, los llanos), el incidente de la Corbeta Caldas en 1987, el narcotráfico, la presencia guerrillera y el accidentado movimiento de tropas que ordenó Hugo Chávez en 2008. Son dos países hermanos, con tantas semejanzas y diferencias como posibilidades existen.

Pero el ataque que desde el gobierno venezolano se está haciendo a los colombianos fronterizos del Táchira, es un hecho aparte. Una acción de Estado que busca estigmatizar a un grupo de personas por su nacionalidad. El «Socialismo Humanista del Siglo XXI» ha mostrado su rostro más enfermo, su raíz facha. Porque por más de tres lustros los que hoy retienen el poder en Venezuela, en su discurso se han querido presentar como reivindicadores de la dignidad humana, pero son intransigentes, queriéndose imponer como los únicos dueños de la verdad. Todo lo que no apoye al sistema, es nocivo.

Esa actuación maniquea es la que los lleva, ante una crisis de país y unas elecciones que tienen perdidas, a ejecutar maniobras sensacionalistas, donde se revuelven los peores sentimientos de cualquier sociedad: la xenofobia, racismo, clasismo e intolerancia. Estrategia despreciable de momentos que se creían ya superados. Pero pareciera no ser así.

El Estado Islámico, los grupos políticos europeos anti-inmigración, los disparates de Donald Trump en una campaña de polémicas en seguidilla… Las acusaciones de Nicolás Maduro contra los colombianos fronterizos, colocándolos a todos como paramilitares, delincuentes, contrabandistas. Mientras en seis municipios de Táchira rige el Estado de Excepción, un problema más para un pueblo que ha sido humillado por este gobierno. Mentalidades retrogradas que atacan al más débil, que no han entendido que somos ciudadanos del mundo y no debemos ser juzgados por nuestro origen, apariencia y creencias. Lo que nos diferencia es nuestra libertad para tomar decisiones y cómo eso influye individual y colectivamente. Estos personajes que se creen con toda la potestad para establecer el bien y el mal, son tristes perdedores de la esencia humana.

Por más que estas acciones sean pasajeras, las imágenes de los hombres, mujeres y niños cruzando el río Táchira, con sus pertenencias a cuestas, se suman al vergonzoso imaginario de la Revolución Bolivariana. Época violenta, de derroches y corrupción; años de intolerancia y mezquindad. Etapa de duro aprendizaje para los venezolanos, los que siempre nos habíamos creído  generosos y solidarios. Momento para examinarnos y asumir las responsabilidades y compromisos que se tengan que asumir.

*Publicado originalmente en Polítika UCAB el 29 de agosto de 2015

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