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Una profunda enseñanza de país

Una profunda enseñanza de país

I Cohorte del Diplomado en Liderazgo Político y Social (Universidad Metropolitana de Caracas, 2014), creado por los profesores Werner Corrales Leal y Tanya Miquilena (en el centro). Tanya falleció el 19 de marzo de 2016, este artículo es un tributo a su vida y enseñanzas.

Una profunda enseñanza de país

Por Guillermo Ramos Flamerich

Para Werner Corrales Leal

El pasado 19 de marzo de 2016 falleció en Caracas la profesora Tanya Miquilena de Corrales. Y existe el pesar de sus seres queridos, ese duelo de familiares, amigos y discípulos. Pero junto a esa tristeza natural, también se encuentra el compromiso de una generación de jóvenes que recibieron sus lecciones y con ellas, el sueño de construir en lo más profundo de nuestra sociedad una Visión Compartida de País. Ese anhelo que, junto a su esposo Werner Corrales, la llevó a tarea tan hermosa y útil como lo es formar ciudadanía. Porque ante la catástrofe que hoy vive la república la respuesta no puede ser el desamparo. Toda crisis histórica representa una lección y a su vez, una nueva herramienta para conquistar la libertad.

Y esa libertad de la que tanto nos habló Tanya está relacionada con la idea que expone el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, cuando nos dice que la verdadera liberación de los individuos en sociedad se cumple al tener la oportunidad de desarrollar sus capacidades. Una libertad donde podamos construir una vida que sintamos valiosa. De eso se trata, de llevar al máximo nuestros conocimientos, de ser útiles a nosotros mismos, a nuestra familia y al colectivo. Elevar el autoestima de Venezuela pasa por una transformación profunda de la justicia, nunca como la venganza de los que se autoproclaman representantes de los oprimidos, sino como la superación de la impunidad y la creación de un pacto social que nos abarque en pleno, en el cual nos reconozcamos y podamos mantener en el tiempo, siempre perfectible, como toda obra humana a través de la historia.

Porque un nuevo pacto social debe fomentar dos cosas en paralelo, reflejar lo que somos y encausar lo que queremos ser. Estamos cansados de leyes que no se parecen a nosotros y del determinismo de pensar que por nuestra herencia y cultura no podemos adaptarnos y enfrentar los retos de la sociedad global. Tenemos que salir de esos lastres si queremos innovar, darle la vuelta a esa tan criticada «viveza criolla» y utilizarla de manera creativa y constructiva para erigirnos como un país próspero, democrático y en constante desarrollo.

La profesora Tanya siempre nos alertó sobre no confundir la visión de desarrollo con la política pública. Si bien esta última permite mejoras a través de una acción focalizada, esta solo será sostenida en el tiempo mediante una visión clara de desarrollo. Proyectarnos, trazar la ruta y trabajar constantemente para aproximarnos, para alcanzarla y superarla. Con instituciones sólidas, capaces de adaptarse a cada nueva demanda social. Con un pueblo transformado en ciudadanía, entendido tanto en los asuntos locales, como su comunidad y su municipio, pero consciente de que debe ser protagonista de toda decisión nacional, de todo lo que nos conecte con Venezuela.

Con esa fe inquebrantable nos abandonó de forma física la profesora Tanya. Pero que homenaje tan bonito es el que sus discípulos vamos a darle más allá de estos días de duelo, a lo largo de todas nuestras vidas. Colocando sus enseñanzas en alto, permitiendo que las ideas se conviertan en realidades. Que homenaje tan bonito va a ser ese de poder recorrer Venezuela tranquilos, en calma, sonriendo ante una geografía humana que supo tomar las riendas de su presente, reconciliado con su pasado y optimista de su futuro.

*Publicado originalmente en Polítika UCAB el 1 de abril de 2016

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Un Diplomado para comprender y transformar la vida venezolana

Graduación Primera cohorte DLPS 23 octubre 2014

Graduación de la primera cohorte del Diplomado en Liderazgo Social y Político de la Universidad Metropolitana. Caracas, 23 de octubre de 2014.

Un Diplomado para comprender y transformar la vida venezolana

Por Guillermo Ramos Flamerich

-¡¿Qué hace ahí?! ¡El país se hunde, venga con nosotros!

-No, gracias. Vayan tranquilos.

Con este diálogo inicia la primera viñeta de una caricatura publicada por Bozzone el primero de septiembre de 2014 en El Carabobeño. Dos hombres, en un bote salvavidas, invitan a un tercero a abandonar una especie de balsa con la forma de Venezuela, a lo cual este se niega. En el siguiente cuadro, en solitario dice: «Me da pena admitirlo, pero tengo… ¿Cómo decirlo?… Este… ¿Esperanza?».

Es la otra cara del drama venezolano. Aquellos que creemos que a pesar de toda dificultad, algo más allá de la esperanza nos motiva a pensar a Venezuela. Se trata de conseguir razones en un escenario cada día menos optimista, en el cual la deriva de todo un pueblo parece lo más certero. Porque, ¿qué pasará mañana con el gobierno?…. ¿Qué ocurrirá si bajan los precios del petróleo?… ¿Entramos en la fase cumbre de la crisis de nación?… Todas son preguntas sin respuestas. Pero no solo los grandes temas, también en lo cotidiano, una gama de problemas que tocan lo esencial como la salud y subsistencia, hasta la encrucijada vital de todo joven de qué hacer con nuestras vidas. Toda aspiración de realización personal es válida, pero, ¿algún día volveremos a ser el país de las posibilidades?

Una nación es mucho más grande que sus crisis. Somos cultura, historia, querencias y tenemos algo que ofrecer a un mundo diverso. Hemos tocado fondo en otros momentos de nuestra vida republicana, desde la desolada tierra de la Guerra Federal hasta el bloqueo naval en el despuntar de nuestro siglo XX. Es una tarea ardua reconstruir y las decepciones se avivan cuando un sistema en declive sigue forzándose para mantenerse y aumentar el control de la sociedad.

Como generación no debemos frustrarnos y a pesar de esa profunda impotencia de no poder transformar desde ya a este país, tenemos que prepararnos y conocer de una manera profunda, meditada y sincera, lo que Venezuela ha sido, es y podrá ser. No son sueños, o sí, son sueños, pero deben concretarse. Es allí donde la formación, la persistencia y el trabajo toman protagonismo en programas como el Diplomado en Liderazgo Social y Político de la Universidad Metropolitana, del cual soy egresado. Un espacio para interactuar con jóvenes que están en una misma onda, con diferentes ideas y valoraciones, pero con un profundo respeto a la tarea de crear futuro.

El Diplomado es un espacio abierto para el debate y descubrimiento de las potencialidades como individuo, pero también como integrante de esta sociedad. El mundo globalizado, sus implicaciones y su conexión con nuestra región; el conocimiento de los procesos socio-históricos que han marcado pauta en el país; la gerencia y la política como motores de cambio; visiones de desarrollo, módulo fundamental para comprender el país que podemos ser a largo plazo, y la construcción de acuerdos, consensos, de eso que llamamos en clase: una Visión Compartida de País.

En lo personal, ¿cómo puedo resumir mi experiencia en el Diplomado? Como todos, uno tiene días con mayor optimismo por Venezuela, otros en que la realidad supera cualquier sueño y crea pequeñas decepciones que intentan nublar todo. Pero al encontrarse a personas contemporáneas con uno, ávidas de comprender más nuestra realidad, con el entusiasmo de producir y concretar proyectos, de participar en la vida política y social, nos damos cuenta de haber tomado la decisión correcta. Creer no solo en las capacidades de uno, sino como un grupo, una «generación de la crisis» encargada de reavivar y conducir por mejores rumbos a la nación. Eso es el Diplomado, integración y redes, análisis y acción. Pasión por comprender y transformar.

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