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Discurso de toma de posesión de Rómulo Gallegos como Presidente de Venezuela

Rómulo Betancourt, saliente presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, hace entrega de la banda presidencial a Rómulo Gallegos, elegido democráticamente en los comicios del 14 de diciembre de 1947. Fuente: El Archivo.

Alocución de Rómulo Gallegos al tomar posesión como Presidente de la República*

Congreso Nacional, Caracas, 15 de febrero de 1948.

Conciudadanos:

Acabo de formular ante el Congreso Nacional la promesa de cumplimiento de la Constitución y Leyes de la República, durante el ejercicio de la Presidencia de la misma y ya se ha efectuado la formalidad de la trasmisión del poder, de las manos que lo asumieron, revolucionariamente, el 18 de octubre de 1945, a las mías, escogidas por la voluntad de soberanía popular manifestada en los comicios del 14 de diciembre de 1947.

Se han cumplido entre estas dos fechas memorables imperativos de destino, promesas de hombres y preceptos de ley fundamental. Un acto de armas en la primera de ellas, recurso extremo de una defraudada y escarnecida aspiración legítima de pueblo maduro ya para el ejercicio de su derecho y con el cual la voluntad de la nación quiso ir al encuentro de Sus comienzos admirables, para que, relegados de una vez por todas a la categoría de atolondramientos y violencias de juventud borrascosa los años de revueltas armadas y dictaduras consecutivas, fueren los de allí adelante futuro juicioso y provechoso digno del esforzado principio; un compromiso –revolucionario, porque iba a señalar punto de partida de tiempo nuevo– de restituirle al pueblo el ejercicio cabal de la soberanía política y, finalmente, una jornada electoral, segunda de la era de la auténtica democracia venezolana, pero sin par en nuestra historia.

Recoja, pues, nuestra Institución Armada, el honor de haber vuelto por sus fueros trocando mercenarios respaldos de apetitos de hombres de presa por virtuosas custodia de leyes y defensa de derechos y persevere en el actual ejercicio sereno y gallardo de guardia montada en torno a la majestad de la República. Recójalo y cultívelo a fin de que nunca más prevalezcan ni las ambiciones contra los ideales ni las aventuras contra el paciente esfuerzo derechamente encaminado hacia la máxima dignidad de la Patria y la mayor felicidad posible del pueblo que es carne y sangre de ella.

Y téngales en cuenta la historia a los venezolanos, civiles y militares, que hasta hoy han compuesto la Junta Revolucionaria de Gobierno, como supieron cumplir lo prometido, sin que hubiera entre nuestros antecedentes políticos –fuerza es decirlo, aunque sea penoso– ejemplo verdadero que tal lección les diese. Dos años largos han estado el escepticismo y la malicia provenientes de continuada experiencia en burlas sufridas, dudando de la sinceridad republicana de la fundamental promesa de la Revolución de Octubre, pero ya ha podido volver la confianza a los corazones de buena fe, porque al fin ha habido gobernante venezolano –siete hombres que componían una sola persona política– que no mintió, que no engañó, que no traicionó. Yo no he contenido el vuelco emocional de mi corazón al recibir el símbolo del poder presidencial de las manos de aquel de ellos en quien estaba personalizada, especialmente, la responsabilidad de gobierno revolucionario y en quien particularmente se había ensañado la desconfianza y ahora cumplo deber sereno de justicia al mérito al pronunciar el nombre de Rómulo Betancourt, como de ejemplo de lealtad al compromiso contraído con su pueblo.

Así nace, de virtud republicana y de ejemplar ejercicio de derecho, el gobierno de la República que he de presidir y, por lo tanto, limpia la ascendencia revolucionaría, sólo de menguada condición mía podrían venirle inclinaciones a prevaricar.

Yo comprometo mi honor. Que no es solamente el de mediano pasar que puedan haberme dado los actos de mi conducta privada y pública, sino el grande, el magnífico honor a que me ha conducido la suerte amiga: la confianza de mi pueblo puesta en mí, en el primer ejercicio real de soberanía.

En qué lugar de mi Patria podría haber para mí, refugio donde no pudiese sino hundir la frente entre las manos, ¿si falto al honor de esa confianza?

Yo sabré sucumbir antes que traicionarla.

Porque no me han movido hacia estas alturas ni personales apetencias de mando, ni codicia de bienes materiales, sino la convicción de que tanto más se pertenece uno a sí mismo cuanto más tenga su pensamiento y su voluntad, su vida toda puesta al servicio de un ideal colectivo y es este el espíritu que me anima cuando me dispongo a asumir la grave responsabilidad que sobre mi ha recaído.

De la lucha partidista –que fue vehemente cuando el caso pidió que así fuese la defensa del ideal abrazado– ni menos aún de la contienda electoral reciente, me es permitido traer a los ejercicios de 90-bierno rencores ni sectarismos que puedan oscurecerme la clara y exacta visión del deber.

Doctrinaria y disciplinadamente continúo unido a la ideología y al programa de mi partido por una obligación indeclinable, pero entregado por él a compromisos con la totalidad del pueblo venezolano, no será el interés partidario el móvil de mi conducta de hoy en adelante, sino el de todo el país cuyo gobierno se me ha confiado. Venezuela entera el objeto único de mis, preferencias.

Rómulo Gallegos en el despacho presidencial del Palacio de Miraflores. Circa, 1948.

Cierto es que mi partido ha adquirido en el campo electoral, fuente de los legítimos derechos políticos, el de gobernar el país con su programa y para su programa, lo cual constituye al mismo tiempo un deber sin cuyo estricto cumplimiento no sería respetada la voluntad popular que nos dio la victoria y por consiguiente hemos adquirido el derecho y contraído la obligación de constituir gobierno con hombres de Acción Democrática; pero también hemos comprometido nuestra palabra en afirmaciones de propósitos de amplitud en la escogencia de colaboradores que, sin pertenecer a nuestra parcialidad, coincidan con nosotros en el enfocamiento de los problemas sociales, políticos y administrativos y compartan nuestra determinación de allegarles las soluciones adecuadas que son la sustancia de nuestro mencionado programa. Y así se me verá siempre solicitar la cooperación de cuantos venezolanos sean cifras auténticas de capacidad y de honestidad para el eficaz y recto desempeño de las funciones públicas.

Viene esto a reemplazar aquello otro de los caudillos señeros y de los clanes hegemónicos, de actuación personalista, que de tantas arbitrariedades y torpezas nos hizo víctimas; más para que con ellos no se confunda de ningún modo el gobierno de partido que nos toca iniciar, será necesario que apliquemos nuestros esfuerzos hasta los límites de lo humanamente hacedero, a fin de que el acierto de nuestra labor invalide las objeciones que puedan alzarse contra tal modalidad, única suficientemente responsable en los regímenes democráticos.

¿Se me replicará que con tal determinación defraudo las esperanzas que se hayan puesto en mis promesas de política de concordia durante la contienda electoral? Espero que nadie, dotado de ideas positivas y claras a este respecto, pretenda que yo me haya comprometido a desnaturalizar la fuerza política que me rodea, homogénea y bien definida, componiendo gobierno con elementos de todos los partidos en que actualmente se divide la opinión, práctica de emergencia sólo realizable en los momentos de crisis política de peligro nacional, que de ningún modo son los actuales, y a la cual, por otra parte, no irían a prestarse las fuerzas ya organizadas de la oposición. Pero si mi gobierno, el de Acción Democrática, en uso legítimo del derecho bien ganado en las urnas del sufragio, realiza tarea constructiva de tranquilidad y de bienestar públicos, logra que reine en la colectividad justicia social, respeta las libertades políticas, maneja con eficacia y honestidad los dineros del erario a fin de que todos se conviertan en buen remedio de las necesidades del pueblo y subordina en todo momento su interés partidista a los reclamos del supremo interés nacional, con todo eso que por nuestra parte pongamos al servicio del bien común, ya habremos desarrollado política de concordia.

Todo eso, justamente, se propone perseguir y llevar a cabo mi gobierno y está contenido de manera explícita, diáfana y categórica en mi discurso de presentación de mi candidatura ante el electorado y del cual no tengo que retirar ahora palabra de excesivo compromiso que se me haya es-capado; pero como nunca será demasiado insistir en la formación de los que se contraigan con el pueblo soberano, acentuare aquí el trazado de mi línea de conducta política.

Se mantendrá durante mi gobierno el clima de libertades legítimas de que se ha venido disfrutando bajo el que hoy ha terminado su misión y a la oposición que nos declaren los partidos contrarios, por más violenta que sea, sólo replicaremos con las razones que nos asistan cuando sin ellas seamos atacados.

Estamos comprometidos en una experiencia decisiva del porvenir de la democracia venezolana y ni por acomodamientos culpables a extraños intereses dejaremos de respetar la existencia y la libertad de acción de las organizaciones políticas que se muevan dentro del campo de las leyes y no incurran – como no es de temerse- en atentados contra la estabilidad de la democracia misma en nombre de la cual actúen. Considero que la oposición -ojo despierto y lengua suelta para que ninguno de mis errores se le escape y ninguna de mis contradicciones sea encubierta

será el mejor colaborador de mi gobierno, pues así podré advertir a buen tiempo el yerro en que esté incurriendo y sin tardanzas ratificar mi empeño de gobernar a Venezuela para el efectivo bien de ella y espero que no habrá excesos de las fuerzas contrarias que me hagan perder la paciencia y la serenidad.

Procuraré desempeñarme siempre de modo que en orden de lo atañedero a las relaciones entre la Iglesia y el Estado vuelva el sosiego a los espíritus que la lucha política enardeció. Un precepto constitucional, que fue objeto de amplio debate parlamentario de la Asamblea Nacional Constituyente establece las formas de esas relaciones y dentro de su ordenamiento caben los fueros respectivos bien mantenidos y los modos más apetecibles de la concordia. Por los de la intransigencia no se llegará nunca a paz que no sea la humillante de la sumisión y a mí se me ha encomendado el resguardo de la soberanía del Estado Venezolano; pero lo ejerceré sin arrogancias suscitadoras de enemistad.

Rómulo Gallegos por el piintor italiano Roberto Fantuzzi, 1970.

Agotaré las posibilidades de la intervención provechosa conducente a conciliación de intereses, entre los contrapuestos del capital y del trabajo, que por adoptar posiciones intransigentes no pueden, no deben de ningún modo dar origen a conflictos perturbadores de la paz social y del equilibrio económico exigidos por el país y que mi gobierno está dispuesto a mantener, sin contemplaciones censurables, como condición imprescindible de convivencia y de bienestar y como imperativo de cordura especialmente exigente en los tiempos que corren. Hallara el trabajo el amparo que tiene derecho a pedir de un gobierno democrático, de origen preponderantemente po-pular, comprometido a impartir justicia social, por medio de leyes y de prácticas adecuadas a su más cabal realización; pero no le negaremos al capital la protección a que haya derecho y, por otra parte, reclame la necesidad de imprimirle vigoroso impulso al desarrollo de nuestra economía. Y viene al caso afirmar, también, que defenderemos la independencia de ella contra toda maniobra encaminada a someterla a preponderancias extrañas, sin que esto implique, de ningún modo, actitud hostil o injustificadamente recelosa ante el capital extranjero que lícitamente venga a contribuir al desenvolvimiento de nuestra riqueza.

En el orden de las relaciones internacionales estrecharemos cada vez más los vínculos de amistad que unen a Venezuela con las demás naciones donde rija la autodeterminación de los pueblos -condición ésta que no es sino consecuencia ineludible del cuidado que nos reclama la recién conquistada nuestra- y procuraremos que esas relaciones se muevan no solamente dentro del campo del buen trato diplomático, sino también en el del mejor conocimiento mutuo, especialmente entre. nuestro pueblo y los demás del continente americano, mediante formas recíprocamente provechosas, tanto en lo material de los intereses económicos como en lo espiritual de la cultura. A todo lo cual me obliga, por otra parte, esta honrosa representación de naciones amigas en los momentos iniciales de mi responsabilidad. No ampararemos ningún intento de perturbación del orden que impere en otros países, sino que, por lo contrario, nos esforzaremos en que el aporte del nuestro sea cualitativamente respetable en los conciertos encaminados a que reine la paz sobre la tierra y toda ella sea seguro asiento de felicidad humana.

En el campo de lo administrativo ya se ha iniciado una reforma del sistema actual que será sometida a la consideración del Congreso de la República en sus próximas reuniones ordinarias, con el fin de extirpar los vicios y las deficiencias que entorpecen el funcionamiento eficaz del mecanismo burocrático, así como también se solicitará del supremo cuerpo legislativo la creación y regimentación de un organismo especial que ampare permanentemente la confianza pública contra los riesgos de la deshonestidad administrativa, cuyo castigo ejemplarizante fue propósito indiscutible de la Junta de Gobierno saliente, pero del cual no quedaría efecto saludable si se dejasen los tesoros públicos sólo a merced de la posible honradez de los funcionarios. Corregidos así los defectos y los vicios del sistema, la labor que ha de realizar el régimen durante mi gobierno irá encaminada a la satisfacción de las necesidades que han quebrantado la salud y el vigor de la Nación, pero coordinada dentro de un plan, para los años de mi ejercicio, que oportunamente someteré a la consideración de las Cámaras Legislativas, en el cual se contempla, con sentido de continuidad de lo ya emprendido o bien concebido y con ánimo de progreso sin desfallecimientos, una adecuada aplicación de los recursos fiscales a las obras y a los servicios públicos que sea necesario emprender y desarrollar. Entre ellos, de una manera especial, los que reclame la dramática necesidad a que aún no haya sido posible darle cumplida satisfacción, de educación, salud y alimentación del pueblo.

Y para esto último nos comprometeremos ahincadamente en el implantamiento de la reforma agraria que aconsejen nuestras modalidades del caso y en las medidas conducentes a la superación de nuestro déficit de producción de artículos de primera necesidad en la casa y en la mesa, especialmente, de la familia venezolana. Edu-car, sanear y abastecer, serán preocupación predominante, una y trina, de mi gobierno.

Mención especial debo hacer ahora del cuidado que hemos de poner en la atención a los menesteres de nuestra Institución Armada de aire, mar y tierra, tanto las materiales de su mantenimiento plenamente capacitada para la defensa de la Nación, que es el fundamento de su honor ya las inherentes a las decorosas condiciones de vida que en sus cuadros deben encontrar los hombres que la componen –oficiales, clases y soldados– como a las de su creciente desarrollo técnico y cultural, que ya ha venido siendo objeto de particular preocupación del gobierno saliente. Vuelve nuestro ejército a sus cuarteles con el mérito recogido en las jornadas revolucionarias en que se originó la recuperación por el pueblo de su constitucional derecho de soberanía en la decisión de su destino y ha de encontrar allí cuanto exija su dignidad y su eficacia de brazo armado de la República. Pero vuelve sin pretensiones inaceptables de constituir un Estado dentro del Estado, de arrogarse privilegios de casta dirigente de la política, sin reclamar herencia de aquellos hegemones armados que se tenían usurpada la función de grandes electores de Venezuela. Vuelve a cultivar su espíritu institucional quitado de la política y será cuidado de mi gobierno que lo nutra y lo fortifique en fuentes que no le alimenten deformaciones antidemocráticas, que no le desnaturalicen lo esencialmente venezolano que ha de palpitar siempre en el corazón del soldado de Venezuela, Porque no hemos salido de la tutela de broncos guerreros para caer bajo predominio de casta militar privilegiada, pues no fue esa la finalidad de aquellos brazos que alzaron el arma reivindicadora aquel día de octubre memorable. Para que el pueblo recobre su derecho inmanente se hizo aquella revolución y contra esta constitucionalidad que de ella dimana, por ejercicio soberano de pueblo, no prevalecerán apetencias que nuestras leyes no admitan. Yo le rindo honor a nuestra Institución Armada al formular esta declaración.

Tales son, a grandes rasgos, pero delineados con ánimo firme de adquirir compromisos insoslayables, las normas a que someteré mi conducta de gobernante. Acaso alcancen mis facultades a la altura de la eficiencia donde aguardan cumplida satisfacción las ansias de un pueblo cuyo progreso detuvieron gobiernos irresponsables; pero ni vengo solo por el abrupto camino de las dificultades reinantes, sino rodeado de un equipo poseedor de destreza y de ánimo emprendedor, ni tampoco desespero de que quieran prestarme ayuda los hombres de independencia política, pero de buena fe, que compongan el tesoro humano de la República. A los de mi parcialidad no me cansaré de exigirles desinterés personal y aun partidista cuando fuere menester y eficacia y rectitud en todo momento y terca voluntad de contribuir con obras y palabras a la serenidad colectiva necesaria para la realización plena de la gran tarea que nos hemos propuesto; de los otros, exentos de compromisos políticos con nuestra organización, no solicitaré sino lealtad con el que quieran contraer con Venezuela dentro de mi gobierno.

Del pueblo que a esta posición me ha traído con su voto, de la gran masa trabajadora, especialmente, con cuyo cotidiano esfuerzo creador de riqueza y de servicio provechoso ha de construirse el bienestar de la colectividad, espero confiadamente el vigoroso aporte de su contracción al deber y de su superación en el rendimiento máximo del trabajo que le esté encomendado. Conmigo mismo, en correspondencia cuanto de los demás reclame en el ejercicio de mi responsabilidad, seré exigente hasta los extremos del imperativo de esta convicción que abrazo ante Venezuela, enfáticamente: en Vida consagrada a cumplimiento de deber para con el pueblo a que se pertenece, nada es nunca perderla, toda será siempre sobrevivir.

Compatriotas:

Os saluda cordialmente quien ya no se pertenece, porque no es sino el instrumento que vosotros mismos habéis escogido para labraros la propia felicidad.

*Tomado del libro compilatorio de textos políticos de Rómulo Gallegos: Una posición en la vida (Ediciones Humanismo, México, 1954), pp. 295-310.

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