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Carlos Andrés Pérez en Buckingham Palace

Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela, y la primera dama Blanca Rodríguez, recibidos en el Palacio de Buckingham por la reina Isabel II y el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, el 23 de noviembre de 1976. Foto: Archivo El Nacional / Historia de Venezuela en Imágenes (Fundación Polar).

Carlos Andrés Pérez en Buckingham Palace

Por Guillermo Ramos Flamerich

Carlos Andrés Pérez (1922-2010), presidente de Venezuela, observaba con detalle la marcha de la guardia de honor escocesa en el Palacio de Buckingham, residencia oficial de los monarcas del Reino Unido. Era el soleado miércoles 23 de noviembre de 1976, cerca del mediodía, en la ciudad de Londres. Junto a su esposa, Blanca, una de sus hijas, e integrantes de la comitiva ministerial, el mandatario esperaba el recibimiento por parte de la reina Elizabeth II (1926-2022) y su esposo, el príncipe Felipe, duque Edimburgo. Luego del saludo protocolar correspondiente, los Pérez-Rodríguez ascendieron por la gran escalera del palacio y se dirigieron al Salón de Música, donde fue servido el almuerzo. Era la primera vez que un jefe de Estado venezolano en ejercicio visitaba Gran Bretaña.

Durante una hora y cuarenta y cinco minutos, el presidente Pérez compartió al lado de la reina. Conversó activamente sobre petróleo y los proyectos de desarrollo para su país. Porque además de la deferencia real, el comedor estaba rodeado con un buen número de empresarios británicos. De aquel agasajo quedaron varias promesas, una de ellas la de incluir a los británicos en la ampliación del sistema ferroviario venezolano, y otra una asesoría para aumentar la producción de aluminio de 35.000 a 300.000 toneladas por año en la década siguiente. La idea era que las empresas británicas participaran en el V Plan de la Nación, e incluía ayudar a hacer del país el mayor exportador mundial de bioproteínas. 

Pérez invitó a la reina a visitar Venezuela. La prensa venezolana lo reseñó casi como un hecho, pero la respuesta de Isabel fue tajante y diplomática: solo podría a partir de 1978, luego de su vigésimo quinto año jubilar.

Para CAP era el término de una agitada visita de tres días al Reino Unido, como parte de una gira que incluyó la ONU en Nueva York, Roma y la Ciudad del Vaticano y, luego de Londres, Moscú, Ginebra, Madrid y Lisboa. Los medios reseñaron los actos del presidente con el primer ministro James Callaghan, a quien Pérez le dijo que Venezuela era una democracia activa, «de honda raigambre popular y de amplio contenido social»; y en esa época de tensiones con los países productores de petróleo, le convidó a no ver a la OPEP como «una institución hostil a las naciones industriales», ni «un monopolio que quiere repetir las malandanzas» de las transnacionales. 

En la edición de El Nacional del 25 de noviembre de 1976 se informó sobre una posible visita de la Reina Isabel II a Venezuela.

Los periodistas también reseñaron una anécdota que describe al personaje y al momento en que se encontraba el país. A pesar del invierno londinense, el presidente Pérez había decidido caminar por las calles de la ciudad sin abrigo. Aunque algunos especularon que utilizaba ropa interior térmica, sus funcionarios no vacilaron en desmentir esta suposición. Así lo reseñaba El Nacional en su edición del 24 de noviembre de 1976.

Porque en el primer quinquenio de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), la llamada «democracia con energía» exigía a Venezuela y a su mandatario ser y parecer. Ser una nación desarrollada en el menor tiempo posible; iniciar grandes obras apalancadas por el petróleo; formar una nueva generación de venezolanos y hacer de la democracia un sistema irreversible y sinónimo no solo del voto, sino de calidad de vida. Parte de esto se logró, pero otra buena parte quedó en el parecer, en la fachada. La sociedad que había transitado de la pobreza histórica al consumismo frenético, a finales de la década de los setenta inició un lento y luego acelerado declive que continúa hasta nuestros días.

La figura de Carlos Andrés Pérez encarnó en buena medida al venezolano de su época. De una familia dedicada a la actividad agraria en la provincia, llegó a Caracas, en su adolescencia, para hacer de la política y su vida una misma cosa. Escaló las diferentes posiciones de su partido Acción Democrática, padeció prisión y exilio, y se fue formando de manera autodidacta. Albergaba esa característica venezolana de querer conocerlo todo, de asumir los debates internacionales como propios, y la del llamado de la historia. En el resto del mundo se fijaron en él y en su accionar.

Fue popular, y al terminar su primera presidencia lo continuó siendo a pesar de las denuncias de corrupción y de la espiral de crisis que ya estaba allí. Los diez años en los que esperó su retorno al poder los utilizó –como senador vitalicio y vicepresidente de una Internacional Socialista en apogeo– para proyectar una imagen más comedida, de estadista capaz de opinar y mediar en temas como la democratización de América Latina; las relaciones del llamado «Tercer Mundo»; y los problemas de la deuda y el desarrollo. En un artículo publicado en el periódico español El País, del 7 de junio de 1985, reprochó a Estados Unidos su apoyo a las dictaduras latinoamericanas: «En un marco de graves errores políticos y negligencia inexplicable, los latinoamericanos hemos sido arrastrados por una irresistible fuerza centrípeta, sin consideración por las normas más básicas de la justicia y el equilibrio internacional».

En diciembre de 1988 Carlos Andrés Pérez fue elegido para un nuevo periodo. La Constitución de 1961 estipulaba que un expresidente debía esperar una década para volver a aspirar al cargo, un error que ralentizó la dinámica interna de los partidos. Los venezolanos votaron no solo por el candidato, sino por la nostalgia de los buenos tiempos. La papa caliente que recibía la heredaba no solo de las erráticas administraciones anteriores, sino de las propias acciones de su gobierno. Y como el presidente saliente era de Acción Democrática, no podía justificarse con ese cliché que rezaba que cada cinco años salíamos del peor gobierno que había tenido Venezuela.

Para su segundo gobierno (1989-1993), sería un CAP muy distinto al que visitó a la reina Isabel II. Hizo un diagnóstico bastante apropiado de la situación venezolana, pero no supo convertir la superación de la crisis en un acuerdo nacional. Tras el Caracazo y los intentos de golpe de Estado, aunque logró estabilizar la economía en sus grandes números, CAP se convirtió en el villano favorito de buena parte de la sociedad venezolana. Ridiculizado en los medios, con protestas sociales en las calles y una popularidad en caída, en 1993 fue destituido e iniciado un juicio en su contra. Este fue el punto más alto y, a su vez, el canto del cisne del sistema democrático iniciado en 1958. 

El presidente aceptó y entregó el poder. A pesar del chaparrón de críticas recibidas, se mantuvo tolerante, con un sincero sentido de la vida en democracia. Una anécdota de mi padre, quien trabajó en su segunda administración, me cuenta que, durante un Consejo de ministros en Las Cristinas, estado Bolívar, al enterarse que Arturo Uslar Pietri había sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, pidió a su equipo levantarse y dar un aplauso por lo que esto representaba para el país. Uslar, prolífico escritor, era en ese momento uno de sus acérrimos críticos.

Dos décadas después, atrás habían quedado muchos de los sueños y proyectos de aquella visita al Buckingham Palace en el invierno del 76, así como la hipotética visita de la reina Isabel II a Venezuela, la cual nunca ocurrió.

*Publicado originalmente en Cinco8 el 9 de septiembre de 2022

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Lo que una a Caracas con su león

El relieve del original escudo caraqueño en un edificio que es símbolo de la ciudad y del país, la también abandonada Biblioteca Nacional
Foto: Carlos Arveláiz

Lo que une a Caracas con su león

Por Guillermo Ramos Flamerich

Un león de lengua serpentina me observa desde lo lejos. Con sus patas sostiene un blasón en el que está impresa una cruz. Cuando intento mirarlo fijamente desaparece, se difumina. Pero luego regresa, con más fuerza, entonces empiezo a escribir y allí vuelvo a la realidad. Ese león que ha sido el estandarte de mi ciudad ya no existe, o al menos oficialmente, luego del decreto firmado por el chavismo. De la noche a la mañana ha aparecido un nuevo emblema para Caracas. Es partidista y no cumple con la labor originaria de todo símbolo, el cual es unir y formar comunidad. Sus trazos y figuras son vacíos ya que no nacen ni de la tradición o el debate, sino de la hipocresía de quienes se consideran los únicos dueños de la ciudad. El caraqueño José Ignacio Cabrujas afirmaba que nuestra urbe pertenecía al «ámbito de la destrucción deliberada». Borran su memoria porque no la aceptan. Hoy se utilizan las reivindicaciones decoloniales como antes se barrían las viejas casonas a partir de la idea del progreso.  

A mediados del siglo XX, a punta de asfalto y concreto, se ocultaba todo lo que parecía pueblerino. En el XXI, se desaparece todo rastro de la primera ciudad, pero también de la que construimos los caraqueños en el último siglo. Al principio fue la desidia la que destruyó plazas y esculturas. A eso se unió la mítica locura de quienes quieren cambiarlo todo porque saben que en la desmemoria radica el control social. Los que viven en un continuo presente no pueden reflexionar acerca de lo que hicieron en el pasado y mucho menos tener una idea del futuro que quieren construir.

El escudo de armas del león coronado, es decir de Santiago de León de Caracas, trae consigo dos orígenes. El primero es el que nos lleva a 1591 y a la petición de Simón Bolívar y Castro, antepasado del Libertador, que hiciera al rey Felipe II de una heráldica para la capital de la Provincia de Venezuela. Durante la dominación española este escudo apareció en los planos de la ciudad, en el real pendón de 1789 y el cuadro Nuestra Señora de Caracas, del pintor Juan Pedro López, abuelo de Andrés Bello. Durante la independencia, el león se utilizó en monedas y documentos oficiales hasta 1819. Luego de esta fecha fue completamente olvidado hasta 1883. Nos recuerda el historiador Carlos F. Duarte que fue el gremio de sastres quienes ofrecieron una pintura del escudo en papel de seda, en la celebración del primer centenario del Libertador, y en reminiscencia de que fue el primer Bolívar quien hizo la gestión para obtenerlo.

El segundo origen fue su recuperación, la cual ocurrió en gran medida gracias a la labor de dos grandes amantes de la historia caraqueña, Arístides Rojas y Enrique Bernardo Núñez. «¿Cómo es posible, nos hemos preguntado muchas veces, que una ciudad abandone el más bello recuerdo de sus primeros días?», se preguntó Rojas a finales del siglo XIX en una crónica que tituló «El escudo de armas de la antigua Caracas». Décadas después Enrique Bernardo Núñez, cronista de la ciudad, se empeña en concientizar sobre el patrimonio que representa el escudo leonino. Escribe sobre su historia y lo utiliza para ilustrar la cubierta de uno de sus libros más conocidos: La ciudad de los techos rojos (1947). Esta portada recrea el viejo escudo que se encontraba en la fuente de la Esquina de Muñoz. Era una alerta que enviaba el cronista para evitar su posible destrucción. A los pocos años fue destruida, pero un molde de aquella fuente y su escudo perdura hasta el día de hoy en la Quinta de Anauco.

El escudo caraqueño en esa joya de la ciudad que es la Quinta de Anauco

Después de este trabajo por crear conciencia del patrimonio simbólico de la ciudad, es a partir de 1947 que podemos hablar del uso oficial y popular del escudo. Apareció de nuevo como sello, souvenir, en espacios públicos y uno que a mi me encanta, el relieve que se encuentra en la sede de la Biblioteca Nacional. El león continuó su camino afincándose en un equipo de béisbol nacional, en un canal de televisión, en colegios, centros de salud, locales nocturnos y en el imaginario de una ciudad que lo adoptó como mascota. En abril de 2022 un grupúsculo, prescindible y olvidable, decidió darle sentencia de muerte. Vaya que resulta más fácil destruir que construir.

Porque Caracas no necesita que reescriban su historia, sino que se construya una más incluyente y armónica. Los pasos hacia el futuro que debe dar la ciudad, es a reivindicar todas las facetas de su pasado y atender sus necesidades en el ahora. Esta es una ciudad que requiere más espacios verdes para la recreación y la cultura. Nuevas bibliotecas, canchas deportivas y caminerías. El saneamiento del río Guaire, la integración de la ciudad informal con la formal. Un transporte público de primera, servicios básicos al acceso de todos. Recuperar y reconstruir la ciudad no para que vuelva a un pasado que se revisita como bucólico, sino para no cometer los mismos errores y construir un entorno sustentable.

En estos nuevos lugares se pueden hacer los verdaderos homenajes a los grupos históricamente excluidos, nombrándolos, contando su historia. No con la burda fachada que utilizan desde el poder para ocultar los múltiples crímenes contra la ciudad. Mientras tanto, los caraqueños que la sentimos y la amamos, seguiremos soñándola, descubriéndola en su pasado y su presente. El león, si realmente nos simboliza, volverá con más fuerza en el tiempo. Así pasó en otros momentos y seguramente así ocurrirá. Sin embargo, y pensando en todo lo que se ha hecho, recuerdo también aquello que dijo el caraqueño Aquiles Nazoa en su Caracas física y espiritual: «Pero no hay en Venezuela una ley —ni por lo visto una autoridad que defienda el derecho de las ciudades a ser bellas».

Para conocer más a fondo la historia de este símbolo, recomiendo la obra de Carlos F. Duarte: El Escudo de Armas de la ciudad de Santiago de León de Caracas (Museo de Arte Colonial de Caracas, 2002).

*Publicado originalmente en Cinco8 el 14 de abril de 2022

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Acción Democrática, 80 años de vida venezolana

Afiche de la campaña presidencial de Rómulo Gallegos en 1947. Archivo Audiovisual Biblioteca Nacional de Venezuela.

Acción Democrática, 80 años de vida venezolana 

Por Guillermo Ramos Flamerich

Una caricatura publicada el día después de las megaelecciones del año 2000 presentaba a Terminator con su rostro casi destruido, pero de pie. La maquinaria del robot resistía a pesar del aspecto ruinoso. En el pecho se podía divisar el logo de Acción Democrática (AD). Aunque había pasado de ser el partido con más diputados en el Congreso de 1998, a obtener 33 escaños en la nueva Asamblea Nacional, continuaba siendo el principal partido de oposición en el Legislativo. Y aunque de ocho gobernaciones pasaba a tres, perdiendo había ganado. Demostraba que no estaba muerto a pesar del torbellino que había representado la década de los noventa y, sobre todo, ese 98-99, ocaso de una élite política y de una época en lo que lo civil se había impuesto a lo militar.

Hugo Chávez había jurado acabar con este partido de la faz de Venezuela, pero intentar hacer eso era arrancar una parte de la identidad nacional. Ya decía Pedro León Zapata —fuerte crítico de AD— que cada venezolano llevaba dentro de sí a un adeco, y que cada adeco llevaba a dos. En las primeras décadas del siglo XX Rómulo Gallegos había formado a una generación de jóvenes en el Liceo Caracas, les hablaba del dolor patrio, de construir un país soberano y civilizado. Estudiantes como Rómulo Betancourt y Raúl Leoni abrazaron estas lecciones y las mezclaron con lecturas de su actualidad: el materialismo histórico, las revoluciones mexicana y rusa, la filosofía española.

El partido del pueblo venezolano

Acción Democrática nace de una lectura reflexiva de lo nacional. La revolución que propone entonces Betancourt es una a la venezolana. Esta autenticidad logró reunir en sus filas a maestros, líderes sindicales, obreros y personajes de la cultura. Pero lo que terminó de amalgamar la proyección nacional del partido fue un hecho de violencia. La toma del poder por las armas el 18 de octubre de 1945 pudo haber significado un golpe más en la historia venezolana. Pero las realizaciones, compromisos y excesos del «trienio» le dieron una nueva realidad al país, una que continúa irreversible en algunos aspectos.

La regresión democrática que representó la década militar 1948-1958 construyó la Acción Democrática de mártires, como Leonardo Ruiz PinedaAntonio Pinto Salinas y Alberto Carnevali. También la de los jóvenes resistentes que se fueron radicalizando; y el partido en el exilio, con un Betancourt más próximo a la conciliación y la defensa democrática internacional. El trabajo de base hecho por AD trajo consigo que gobernaran la primera década de la restituida democracia. Más allá de las dos gestiones de consolidación del sistema y las divisiones internas del partido, la prueba de fuego para Acción Democrática fue aceptar los resultados de las elecciones presidenciales de 1968. No siguieron el ejemplo mexicano del PRI, a pesar de las siempre presentes tentaciones de mantenerse en el poder.

Los adecos en los setenta representaron a la Gran Venezuela. Su adhesión a la Internacional Socialista con Carlos Andrés Pérez les dio un puesto en el debate en boga de las socialdemocracias en la esfera occidental. En esos años AD pasó de ser el partido del Juan Bimba de Andrés Eloy Blanco, al de las clases medias que ayudó a construir. Copó espacios —muchas veces más de los debidos— en la sociedad venezolana, y pasó de representar al venezolano con sombrero de cogollo, a ser el partido de los cogollos (cúpulas cerradas). Los escándalos de corrupción y la utopía tecnocrática también se apoderaron de sus filas, mientras que la maquinaria parecía seguir haciendo su trabajo.

Anclados en la nostalgia

La caída de AD fue de cierta manera antecesora de la crisis de los partidos socialdemócratas a nivel mundial. Solo que esta estuvo intrínsecamente relacionada con la implosión de todo el sistema democrático venezolano. Los fracasos y el hambre creados por la llamada «Revolución Bolivariana» retornaron a Acción Democrática el brillo de la nostalgia. Se ha escuchado insistentemente el «con AD se vivía mejor», y es que, en buena parte de su historia, sus gobiernos representaron mejores tiempos.

El año 2016 parecía llamado a ser el de la resurrección adeca y hasta parecía probable una próxima candidatura presidencial de su Secretario General. La ilusión del aluvión poselecciones parlamentarias y una situación de crisis total, que desde el poder impidieron cualquier solución democrática posible. Hoy AD, con sus nuevas divisiones y disminuido, vive de su nostalgia. Es un partido histórico, pero pareciera que es solo eso. Como esas «familias proceras» que decía el escritor José Rafael Pocaterra, las cuales vivían de la gloria de sus antepasados, sin conservarlo en el presente.

¿Es una «familia procera» Acción Democrática al cumplir 80 años este 13 de septiembre? La historia siempre puede dar giros inesperados, eso depende del momento, la suerte y la toma de decisiones. Quizás en 1921, posiblemente con menos gloria, algún nostálgico del Gran Partido Liberal Amarillo pensaba que cuando acabara la dictadura gomecista volverían al poder. Lo que nunca sucedió. Queda por dilucidar si el AD actual tiene algo que decirle a los venezolanos del presente y el futuro, o simplemente quedó anclado en la nostalgia. Hace ocho décadas nació un partido que construyó democracia en nuestra sociedad. Eso es lo que celebramos.

*Publicado originalmente en La Gran Aldea el 13 de septiembre de 2021

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El 85 aniversario de una fecha olvidada

Manifestantes frente a la antigua sede de la Universidad Central. 14 de febrero de 1936. Archivo Audiovisual Biblioteca Nacional de Venezuela – Historia de Venezuela en Imágenes, Fundación Polar. 

El 85 aniversario de una fecha olvidada

Por Guillermo Ramos Flamerich

El pasado 14 de febrero se cumplieron 85 años de una fecha trascendente del siglo XX venezolano. Esta, sin embargo, ha sido olvidada de nuestra memoria colectiva. El año, 1936. Ese día la ciudadanía impuso la democracia en las calles o, al menos, la base para un sistema más abierto a la disidencia y a los acuerdos. Quizás por ello el historiador Manuel Caballero, «enemigo jurado de las fiestas nacionales», afirmó en los años noventa que el 14 de febrero de 1936 debería agregarse al calendario de las efemérides.

El dictador Juan Vicente Gómez había fallecido el 17 de diciembre de 1935 y si bien habían ocurrido saqueos y escaramuzas los días posteriores, el régimen continuaba intacto. Pero con esta muerte, en el país se levantaban todo tipo de expectativas: optimismo, confusión, miedo, vértigo. Eleazar López Contreras, tachirense, militar y ministro de Guerra y Marina, asumió la pesada herencia del poder y en poco tiempo tomó medidas para no perder el control.

El 5 de enero de 1936 López Contreras suspendió las garantías constitucionales y el 29 había creado una junta de censura hacia una prensa que en poco tiempo se había sentido más libre. El jueves 13 de febrero los directores de periódicos decidieron realizar una huelga. Por su parte, la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) emitió un comunicado en el que exigieron la derogación de estos dos decretos. El viernes 14 el centro de Caracas había amanecido en silencio. No circulaban automóviles, sí la policía montada. A pesar de esto, algo se gestaba en la capital.    

La Asociación Nacional de Empleados también llamaron a huelga y exigieron la democratización del gobierno. En una de sus pancartas se leía: «Queremos garantías, queremos prensa libre. No somos comunistas». En los alrededores de la antigua Universidad Central se reunieron unas 3000 personas, entre estudiantes y manifestantes, muchos de ellos convocados por una llamada «Junta Patriótica», que se encargaba de animar el encuentro con discursos. Pedían la renuncia del gobernador de Caracas, Félix Galavís. La respuesta desde la gobernación fue la violencia. Se dice que una confusión en la orden hizo que antes de mediodía, y en cuestión de pocos minutos, una ráfaga de tiros dejara 6 muertos y al menos unos 150 heridos en las inmediaciones de la Plaza Bolívar. La indignación fue general, por lo que se dieron pintas en edificios públicos como la Casa Amarilla y hubo saqueos.

Los caraqueños, lejos de llenarse de miedo, colmaron en la tarde los alrededores de la universidad con una gran manifestación. Esto trajo consigo la destitución del gobernador Galavís, pero no era suficiente. Entre unas treinta y cincuenta mil personas rodearon las esquinas del centro de la ciudad y llegaron hasta las puertas del Palacio de Miraflores. Allí habló uno de los recordados líderes de la Semana del Estudiante de 1928, Jóvito Villalba. Desde el palacio, López Contreras, en compañía de su esposa y su gabinete, en gesto audaz, decidió recibir una comisión en representación de los manifestantes. Villalba y el rector de la Universidad Central, Francisco Antonio Rísquez, entre otros, plantearon ante el presidente las exigencias de la calle. López Contreras se comprometió a revocar los decretos durante los siguientes días y a someter a tribunales a los responsables del ataque a la manifestación. Una semana después, con equipo ministerial renovado, presentó su plan de acción para los próximos años, el «Programa de Febrero», el cual marcó un hito como primer plan de gobierno para la Venezuela moderna.

En este 85 aniversario ¿qué nos dice este día a la Venezuela del presente? La verdad, mucho y poco. Mucho, si caemos en la consigna repetida de que nuestro ADN democrático sigue allí, y que la semilla de 1936 ha producido la resistencia ciudadana en estas últimas dos décadas. Poco, si pensamos en todas las protestas de estos últimos años y la incapacidad de generar algún cambio real. La democracia se construye no solo con gente en la calle, también con una dirigencia y gobernantes capaces de escuchar las exigencias del momento.

«Pero es tiempo de recordar a los venezolanos que se manifestaron contra décadas de terror e inmovilismo», concluye el politólogo Guillermo Tell Aveledo en un hilo de Twitter explicativo sobre el 14 de febrero. Es tiempo de no dejar en el olvido la voluntad de esos miles de venezolanos que se hicieron escuchar en aquella jornada y terminaron cambiando las cosas para millones. Sirva de ejemplo edificante para los venezolanos del 2021. Fue 1936 uno de esos años en los que todo ocurrió. El hecho de recuperar esta fecha cívica va más allá de conmemorar lo que fuimos, debe servir de inspiración para las luchas, retos y la democracia que necesitamos hoy.

*Publicado originalmente en La Gran Aldea el 26 de febrero de 2021

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#Opinión La Venezuela que había quedado atrás

Detalle portada Lecturas Venezolanas, MBI - Textos Edime 1956

Detalle portada de Lecturas Venezolanas, libro compilado por Mario Briceño Iragorry y publicado por Textos Edime, 1956.

La Venezuela que había quedado atrás

Por Guillermo Ramos Flamerich

El historiador y expresidente Ramón J. Velásquez finaliza su obra La caída del liberalismo amarillo (1972) con la frase: «Vidas y drama de Venezuela». Con ella sintetiza no solo una época, sino una constante que en algún momento se pensó ya era parte del pasado: el país de la violencia caudillista. Pero cuando en una misma semana aparecen las noticias del frustrado «desembarco» de la bíblicamente llamada Operación Gedeón; Ocurrió que Wilexis se convirtió en tendencia, como titulara Jesús Piñero una de sus crónicas desde el campo de batalla en Petare; mientras los venezolanos se quedan sin combustible y sin alimentos en medio de una peste. ¿De cuál Venezuela estamos hablando? La actualidad pareciera conjugar los peores momentos de nuestra vida republicana, junto a los nuevos males del siglo XXI.

Entre estos dos países se encuentra otro que luce frondoso, estable y abierto: la Venezuela  que conquistó la democracia en el siglo XX y se afirmaba con orgullo en su bonanza. Pero la mirada hacia ese pasado reciente no puede ser una oda a la «Edad de oro» perdida. Causa nostalgia, eso sí. Para los que la vivieron, porque significaron quizás los mejores años de sus vidas. En cambio, los que no la conocimos, la sentimos como un referente real y alternativo al presente. Los síntomas de un país moderno del que nos obstina pensar que todo le salió mal. Allí entra un debate que en algún momento debemos dar como nación, para reconciliarnos con el pasado y con lo que viene. Acaso miramos a esa Venezuela de mediados del siglo pasado, con esa gente que construyeron desde la técnica, la política, las letras y el arte, con la misma fascinación que los venezolanos de mediados y finales del XIX imaginaban a la generación de la Independencia. El retorno será un anhelo, mas no la realidad.

La disputa política actual no nos deja chance de ver el panorama completo. Esta lucha «formal» pareciera una guerra de trincheras, en que ninguna de las partes se logra imponer. Mientras, el Estado se ha desarticulado y, aunque es difícil saber realmente quién manda, conocemos muy bien quien reprime y a quienes. El grado de la violencia oficial, y paraoficial, ha destrozado la vida de los más vulnerables. La gente reclama paz cueste lo que cueste. Allí nacen los caudillos.

El espacio político ha dejado de ser un instrumento para resolver las diferencias de forma y fondo. Allí nace la idea de que cualquier método es legítimo para mantener o conquistar el poder. Las grandes mayorías han quedado como meras espectadoras, perdiendo sus derechos, primero progresiva, luego agresivamente. Cientos de miles han salido a las calles y ejercido todas las herramientas legales que un ciudadano en Venezuela podía efectivamente ejercer. Nada ha ocurrido. De allí surge una desesperanza y una frustración intergeneracional que puede que nos acompañe por un buen rato. Es también el miedo traducido en indiferencia.

La Venezuela que había quedado atrás nos acompaña en su versión tristemente renovada en el hoy. ¿Siempre estuvo merodeando por allí? No sabemos cuándo comenzará el primer día de la reconstrucción. Lo que sí podemos interiorizar es que cada uno de nosotros puede ser útil para ello. Un proceso que significa descubrir a todo un país y así recobrar la confianza en nosotros mismos. En lo que somos. A lo mejor nos da fuerza saber que hemos tenido otros momentos realmente terribles y que estos, la mayoría de las veces, han significado una nueva oportunidad para el porvenir.

*Publicado por El Estímulo el 12 de mayo de 2020

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El Covid-19 en América Latina (esbozo de síntesis)

Coronavirus medieval

Ilustración estilo medieval hecha por @HiatusGames.

Análisis apurado en medio de la pandemia

Por Guillermo Ramos Flamerich

La pandemia global del coronavirus es un evento conocido e inédito al mismo tiempo. Conocido, porque a lo largo de la historia la humanidad ha padecido de pestes y epidemias que han alterado el rumbo de lo que hasta entonces se tenía como la normalidad. Inédito, ya que es la primera en tiempo real, en un mundo altamente interconectado, e interdependiente, y en el que, a pesar de algunas advertencias aisladas, en buena parte de la opinión pública la memoria de situaciones similares precedentes, quedaba entre lo anecdótico y lo superado.

En América Latina se confirmó el primer caso de COVID-19 el 26 de febrero de 2020. Un hombre de negocios de 61 años, el cual regresaba a Brasil desde Italia, se había contagiado.[1] A partir de esa fecha, y hasta la actualidad, el virus se ha propagado por todos los países de la región. El propósito general de este trabajo es intentar entender, en grandes líneas, como la aparición de esta pandemia moldea y modifica la geopolítica de la América Latina. A pesar de ser un evento excepcional y todavía en curso, esperamos trabajarlo bajo tres premisas fundamentales. La primera de ella, el manejo de la epidemia, tanto como problema de salud pública, como problema comunicacional. Lo segundo, el impacto político que esto trae consigo en una región marcada por un 2019 convulso y la larga pugna entre democracia, demagogia y autoritarismo. La tercera, unas breves líneas sobre el panorama económico a corto y mediano plazo.

El impacto sanitario y su manejo comunicacional:

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estructura mediante seis componentes esenciales el marco en que deben desarrollarse los sistemas sanitarios a nivel global. El «six building blocks» [2] está compuesto por: la prestación del servicio; la fuerza laboral sanitaria; los sistemas de información de salud; el acceso a las medicinas e insumos médicos; el financiamiento; y la gobernanza. El análisis en América Latina no se puede hacer como bloque, ya que los contextos y la institucionalidad que los arropa, crean diferentes realidades. Pero si podemos notar la capacidad de «resiliencia sanitaria», es decir, de la manera que tienen estos sistemas de salud de adaptarse durante coyunturas inesperadas. El caso más emblemático ha sido el de Ecuador, con las imágenes de muertos en las calles de la ciudad de Guayaquil, un país que en la última década se veía desde la óptica del desarrollo económico y social, ha demostrado sus deficiencias de base. Caso similar, en una proporción menor, es el de Perú. El número de contagios ha llevado al gobierno a tomar medidas severas para tratar de frenar el avance del virus.

En el otro lado de la balanza se tiene a Chile. Su gobierno atraviesa, desde el último año, una crisis que le ha dejado una imagen del nada favorable. A pesar de ello, esto no redunda en que no exista confianza, o al menos acatamiento, de lo emitido por las autoridades. Más allá de algunas polémicas por la mala comunicación hecha desde el gobierno, Chile ha destacado por una buena capacidad de detección; la implantación de una cuarentena focalizada a los lugares más afectados; y de poseer una fuerza laboral médica para prestar servicios. Algo parecido ha sido la estrategia del gobierno colombiano con la «cuarentena inteligente», propuesta por el presidente de ese país. [3]

A simple vista pareciera no ser tan complicado emitir opinión sobre los gobiernos latinoamericanos que han tomado las decisiones correctas, y los que no. Pero al ser un evento excepcional, todavía es muy precoz emitir juicios. Lo que sí se puede ir evaluando es la capacidad del manejo comunicacional, lo cual redunda en la credibilidad de los líderes políticos y en la gobernabilidad de cada país. Un caso emblemático es Brasil, no solo por ser el país más grande de la región y el que presenta más casos. Sino por el negacionismo de su presidente Jair Bolsonaro, quien desestimó la importancia del virus y entró en conflicto con su ministro de salud, al cual destituyó,[4] y con los gobernadores que apoyan la medida de «aislamiento social». Bolsonaro, si bien ha sido criticado tanto en la prensa local como extranjera, su estrategia pareciera definirse en seguir polarizando la ya enfrentada arena política brasileña. El de erigirse como defensor de los trabajadores, y que la economía no le pase factura en su búsqueda por la reelección en 2022.

Colocándose en el mismo lado, junto con su homólogo brasileño, se encuentra el presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Su mensaje acerca de una «crisis pasajera»[5] ha sido errático y de momento, se pudiera tomar hasta como en tono de burla. A pesar de las ideologías contrapuestas, es parte del club en el que no solo está Bolsonaro, sino su vecino del norte, Donald Trump, y en un primer momento el primer ministro Boris Johnson, en el Reino Unido.

Otro ejemplo que destaca es el del presidente Nayib Bukele, de El Salvador. El 21 de marzo de 2020 compartió un video que fue aplaudido en las redes sociales y la prensa. Aparecía enérgico, tomando medidas poderosas y hablando fuerte a los empresarios del país. A pesar del efecto comunicacional, posteriormente ha sido criticado por la prisa de las medidas, la improvisación y, sobre todo, el carácter autoritario en que ha devenido su gestión.[6]

A su vez, gobiernos como el de Argentina o el de Uruguay, se han presentado más cautos, evaluando la pandemia a diario, y tratando de mostrar cohesión y coherencia en cuanto a sus medidas sociales y económicas. Un caso para ser tratado aparte es el de Venezuela, país que vive una crisis humanitaria sin equivalente actual en la región. Si bien se pudiera decir que el mensaje que han transmitido las autoridades, más allá de la pugna política existente, se ha mostrado moderado y se han tomado fuertes medidas de confinamiento apenas se conocieron los primeros casos, la gran duda recae sobre la veracidad de los partes médicos, del número de fallecidos y de mostrar capacidades de detección y atención que no se compadecen con la realidad.[7]

El impacto político:  

Así como hemos abordamos el término «resiliencia» para hablar del impacto sanitario, pudiéramos igualmente tomar este concepto desde lo político. Es decir, la capacidad que tiene un sistema político determinado, unas instituciones y un gobierno, de no perecer e intentar salir fortalecido ante una crisis. Es un tema de debate mundial si la pandemia traerá consigo un mayor auge de los nacionalismos y el reforzamiento de sistemas autoritarios. Por los momentos, lo que sí conocemos es que lo que se pudiera percibir como un mal manejo de la situación, va a ser utilizado por las oposiciones de los diferentes países democráticos, para ganar el favor de sus electores.

En América Latina se pueden hacer varias lecturas y diferentes interrogantes. ¿Cómo la crisis del coronavirus afecta la consolidación del sistema democrático en la región? Si en los años noventa del siglo XX la mayoría de países vivían en sistemas democráticos, pero inestables y poca maniobra de acción, la década siguiente, el nuevo siglo, trajo un viraje en el que los asuntos sociales, el gasto público y la retórica populista, ponían en duda la fortaleza de las instituciones, en comparación con los carismas personales. A pesar de que en algunos países la democracia se ve más consolidada, en otros se nota su fragilidad y está rodeada de peligros. En Cuba, Nicaragua y Venezuela, esta no existe.

Se presentan grandes dudas sobre la estela que va a dejar el coronavirus en las políticas locales. En los próximos tres años habrán elecciones presidenciales en: Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y República Dominicana. A su vez, en Chile este año se presentaba el debate sobre una nueva constitución que dejara de un lado la legalidad surgida en la dictadura de Augusto Pinochet.

¿Habrá un giro de ciento ochenta grados en la política de estos países? De nuevo, un caso emblemático es el Ecuador del presidente Lenin Moreno. Elegido como continuador del legado de Rafael Correa, su viraje y enfrentamiento total con su antiguo mentor, y las noticias que llegan del coronavirus en ese país, además de un año 2019 cargado de protestas, ponen a prueba no a un gobierno, sino a la estabilidad de la democracia y el Estado ecuatoriano, el cual después de décadas de vaivenes, entre 2007 y 2017 consiguió estabilidad, pero con un alto grado de concentración de poder por parte del presidente. Lo mismo con Bolivia, la crisis sanitaria ha frenado la convocatoria de los comicios presidenciales, a meses de la salida abrupta del poder de Evo Morales. Es poco lo que se puede conocer realmente acerca del funcionamiento de las instituciones bolivianas más allá de la impronta personal que dejó atrás el líder depuesto.

Caso aparte es el de Venezuela. Las acciones tomadas desde los Estados Unidos por la administración Trump, en plena pandemia global, ofrece algunos indicios del camino que puede tomar la ya prolongada crisis en este país.[8] Lo que se sabe al momento es que ante la aparición del coronavirus, en Venezuela las manifestaciones políticas en la calle están suspendidas; la cuarentena ayuda a Nicolás Maduro a continuar su control por medio de la fuerza; y si desde mediados del año 2019, parecía que existía una liberalización de la economía, la amenaza norteamericana ha ayudado a una nueva hostilidad hacia los empresarios que continúan en el país. A su vez, a diario están ocurriendo protestas de carácter social y la escasez de gasolina y alimentos, puede llevar a un clima de confrontación, mayor o parecido al de los últimos seis años. ¿Funcionarán las presiones de la administración Trump a una salida negociada? ¿Cuál será el rol de China y Rusia en Venezuela durante y después de la pandemia?

Un debate que no ha ocurrido en América Latina y que afecta la relación de los ciudadanos con sus gobiernos, es en cuanto a la utilización de los datos individuales para enfrentar crisis como la presente. El tema del Big Data, su uso, ha generado todo tipo de reacciones alrededor del mundo. Desde denuncias, como la del historiador Yuval Noah Harari sobre los «experimentos sociales» [9] y del efecto nocivo contra la democracia liberal. Hasta la libre entrega de datos privados por parte de cada individuo, en favor del bienestar y salud general. En la región latinoamericana esto ha quedado rezagado por los momentos.

El impacto económico:

Las cifras macroeconómicas en América Latina, como en el mundo, no son nada alentadoras. Si en 2019 el crecimiento del PIB en la región fue de 0,1% y se proyectaba en el 2020 una recuperación de 1,4%,[10] ante la pandemia del Covid-19 se espera que la economía se contraiga al menos un 6%. En México esta cifra se pronostica será mayor,[11] quizás allí la preocupación de su gobierno por intentar no frenar la economía. Allí entra otra pregunta acerca de las medidas de aislamiento social y paralización de la vida productiva, ¿Qué es más mortal el virus o una economía en picada?

La desaceleración económica en latinoamericana tiene diversas aristas. La primera que siempre es tomada en cuenta, es la dependencia a la exportación de materias primas. El petróleo: Colombia, Ecuador y Venezuela; el cobre en Chile; y el gas boliviano. Pero también los países que están conectados con las cadenas de suministros, los más afectados son Brasil y México. Allí entra otra interrogante, el rol que tendrá China en América Latina los próximos años, país que se había convertido en gran comprador, en exportador de componentes para la manufactura y el gran promotor del endeudamiento.[12] La recesión china,  la cual se vaticinaba desde la guerra comercial y las tensiones con Estados Unidos, dejan a la Latinoamérica en una suerte de desamparo y en medio de una pugna en la que tiene poca decisión. Otro de los sectores afectados es el del turismo. Esto puede crear una inmensa depresión en la zona Caribe, la cual depende en gran medida de esta actividad. Mientras tanto, el Estado argentino está al borde de una quiebra que depende del fino hilo de la renegociación de su deuda.

Lo que hemos comentado hasta ahora ha sido la parte macroeconómica. Pero otro asunto que deja de relieve la pandemia es la inequidad en la América Latina, así como la pregunta: ¿Quiénes son realmente los más vulnerables? En las noticias se ha respondido que son las personas de la tercera edad, pero dónde quedan los problemas de salud relacionados con la pobreza. Enfermedades que tienen como base la desnutrición, parásitos, deficiencia de hierro, entre otras afecciones. Para 2018 la Organización Internacional del Trabajo (OIT), informaba que el 53% de trabajadores en la región, tenían empleos informales.[13] Si a esta precariedad le sumamos la afección de un virus y las cuarentenas totales y prolongadas, la brecha social seguirá en aumento, dejando en desamparo a gran parte de la población.

Conclusión:

En América Latina se espera que en los meses de mayo y junio se den los picos de casos detectados y muertes por el Covid-19.[14] A diferencia de otras partes del mundo, la región ha tenido algunas semanas más para planear mejor sus decisiones. Así como ocurre en lo político y económico, no se puede hablar de un bloque latinoamericano que tenga una respuesta conjunta. En una carta fechada el 15 de abril de 2020, y firmada por expresidentes que en lo económico y político representaron casos de éxito en sus países (Fernando Henrique Cardoso por Brasil; Ricardo Lagos por Chile; Juan Manuel Santos por Colombia, entre otros), piden la gestión y apoyo de los entes financieros internacionales ante un desafío que «no tiene paralelo en la historia reciente» y que consideran que tanto a nivel global, pero pensando específicamente en América Latina y el Caribe: «no pueden permitirse respuestas tardías o inadecuadas. La confianza mutua, la transparencia y la razón, no el populismo o la demagogia, siguen siendo las mejores guías en estos tiempos inciertos».[15]

Son muchas las opiniones y los debates que el Covid-19 ha traído consigo. Emitir un análisis preciso es una tarea muy complicada en los actuales momentos. Lo que sí podemos observar es que muchos de los problemas que América Latina arrastra consigo, tanto en su política, su economía y su sociedad, se ven magnificados ante el desafío planteado. La vulnerabilidad y dependencia de la región siguen presentes. De momento, cualquier estimación podría ser modificada dependiendo de cuánto se prolongue la pandemia en el tiempo. Esperemos que la nueva normalidad no signifique para los latinoamericanos una atadura con lo peor de su pasado. Mientras tanto, la América Latina parece haber entrado desunida al siglo XXI, y sin el rol preponderante que han soñado sus pensadores y han alardeado sus dirigentes.

Referencias:

[1] Univisión Noticias, «Cronología del coronavirus en América Latina», disponible en el sitio web https://www.univision.com/noticias/america-latina/cronologia-del-coronavirus-en-america-latina-mas-de-10-000-casos-y-dos-centenares-de-muertes-en-un-mes, consultado el 23 de abril de 2020.

[2] World Health Organization (WHO), «Monitoring the building blocks of health systems», disponible en el sitio web https://www.who.int/healthinfo/systems/WHO_MBHSS_2010_full_web.pdf, consultado el 20 de abril de 2020.

[3] Presidencia de la República de Colombia, «Presidente Duque dio a conocer decálogo de lo que sería el Aislamiento Preventivo Obligatorio Colaborativo e Inteligente, para enfrentar la pandemia del covid-19», disponible en el sitio web https://id.presidencia.gov.co/Paginas/prensa/2020/Presidente-Duque-decalogo-seria-Aislamiento-Preventivo-Obligatorio-Colaborativo-e-Inteligente-pandemia-covid-19-200417.aspx, consultado el 23 de abril de 2020.

[4] El País, «Bolsonaro destituye a su ministro de Salud en plena crisis del coronavirus», disponible en el sitio web https://elpais.com/internacional/2020-04-16/el-ministro-de-salud-de-brasil-afirma-que-el-presidente-bolsonaro-lo-ha-destituido.htmll, consultado el 23 de abril de 2020.

[5] Excélsior, «‘Crisis por Covid-19 es pasajera’: López Obrador», disponible en el sitio web https://www.excelsior.com.mx/nacional/crisis-por-covid-19-es-pasajera-lopez-obrador/1373646, consultado el 23 de abril de 2020.

[6] Óscar Martínez para la sección de opinión de The New York Times en español, «Bukele, el autoritario», disponible en el sitio web https://www.nytimes.com/es/2020/04/20/espanol/opinion/bukele-el-salvador-virus.html, consultado el 23 de abril de 2020.

[7] Florantonia Singer para El País, «Los agujeros del coronavirus en Venezuela», disponible en el sitio web https://elpais.com/internacional/2020-04-24/los-agujeros-del-coronavirus-en-venezuela.html, consultado el 24 de abril de 2020.

[8] Alberto Barrera Tyszka para la sección de opinión de The New York Times en español, «Venezuela y la tela de una araña», disponible en el sitio web https://www.nytimes.com/es/2020/04/05/espanol/opinion/venezuela-trump-nicolas-maduro.html, consultado el 23 de abril de 2020.

[9] Yuval Noah Harari en Financial Times, «The world after coronavirus», disponible en el sitio web https://www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75, consultado el 24 de abril de 2020.

[10] Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), «Actualización de proyecciones de crecimiento de América Latina y el Caribe», disponible en el sitio web https://www.cepal.org/sites/default/files/pr/files/tabla-actualizacion_proyecciones_crecimiento_nov-2019_esp.pdf, consultado el 24 de abril de 2020.

[11] Infobae, «Economía de México caerá 6.5% en 2020 por COVID-19: Cepal», disponible en el sitio web https://www.infobae.com/america/mexico/2020/04/22/economia-de-mexico-caera-65-en-2020-por-covid-19-cepal/, consultado el 23 de abril de 2020.

[12] BBC Mundo «Cuáles son los países de América Latina que más dinero le deben a China (y qué implicaciones tiene esa deuda)», disponible en el sitio web https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50574118, consultado el 23 de abril de 2020.

[13] Organización Internacional del Trabajo  (OIT), «OIT: Cerca de 140 millones de trabajadores en la informalidad en América Latina y el Caribe», disponible en el sitio web https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_645596/lang–es/index.htm, consultado el 25 de abril de 2020.

[14] Clarín, «Coronavirus en América: la OPS alerta sobre la rápida expansión de la pandemia por el continente», disponible en el sitio web https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-america-ops-alerta-rapida-expansion-pandemia-continente_0_kKFfCeR1z.html, consultado el 25 de abril de 2020.

[15] El País, «Líderes latinoamericanos piden al FMI fondos masivos para evitar una catástrofe económica», disponible en el sitio web https://elpais.com/elpais/2020/04/15/opinion/1586974776_105520.html, consultado el 25 de abril de 2020.

 

*Publicado por La Patilla el 29 de abril de 2020.

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Venezuela en la búsqueda de un desenlace

las marcas del poder. juan guaidó por francisco touceiro

Las marcas del poder. Juan Guaidó despúes de su breve detención por parte del SEBIN. Foto de Francisco Touceiro (@tofranku), en Caraballeda el 13 de enero de 2019.

Venezuela en la búsqueda de un desenlace

Por Guillermo Ramos Flamerich

Se cuentan por montones las imágenes que, vía Whatsapp y redes sociales, los venezolanos comparten de un Juan Guaidó investido con los atributos presidenciales. Es decir, con la banda tricolor, el collar y la chapa. Se habla ya de una nueva familia presidencial. Fue noticia la edición en la que algún usuario, entre la mamadera de gallo y el tumulto del momento, elevara a Guaidó como presidente de la república en Wikipedia. El régimen, con lo amargado que es, lo único que hizo fue bloquear de manera intermitente a esta enciclopedia virtual.

Mientras tanto, juristas renombrados, no tan renombrados y profesionales del chiste, analizan cómo en esta incertidumbre tenemos ya dos TSJ, dos Asambleas y dos Presidentes. Diría el influencer Ismaelito, los que «Frao» y los que «Frinchi». Pero es que el régimen no solo ha roto los esquemas y tramoyas de su propia legalidad, es que el repudio es generalizado. Desde el más humilde, hasta el más rancio solo pide que Nicolás Maduro cese la usurpación de sus funciones y se convierta en una página más, oscura y trágica, pero en pasado, de lo que ha sido nuestra historia contemporánea.

Casi como una terapia de autoayuda colectiva, la gente utiliza estas representaciones gráficas, estas cadenas con bendiciones y el humor, para visualizar un cambio que debe ocurrir lo antes posible. Los pueblos requieren de héroes en sus momentos más dolorosos. Un rayito de esperanza que se cristaliza en todo aquél que sea capaz de conducir hacia un camino de libertad.

Pero la tarea de Guaidó, de la Asamblea Nacional en pleno, debe ser en conjunto y con y para la gente. Es decir, hay unas cabezas visibles y estamos en un momento estelar para el cambio. La comunidad internacional y las presiones internas eso nos indica. El sistema de la mal llamada «Revolución Bolivariana» está colapsado desde hace tiempo. Pero como esos enfermos terminales que a cada rato parecieran que van a morir y después vuelven a su letargo habitual, el régimen venezolano ha jugado a un día más, unas horas más, sin importar que eso signifique la humillación, la miseria y la muerte de una nación.

La unión de factores pareciera que se está dando espontáneamente. En este momento, todos los que sentimos a Venezuela debemos apostar por la presidencia interina de Guaidó. Lograr que esta sea la realidad no solo por ser lo correcto, sino porque es necesario que ejerza efectivamente el poder. A los que le toca dirigir este proceso, tienen la responsabilidad de hacer uso de la pedagogía política. Es decir, comunicar y explicar los alcances reales y los pasos a seguir. Así como ocurren estas efervescencias y estos momentos de consenso, muy fácilmente pueden convertirse en una decepción más de tantas.

Por eso, los tiempos actuales con los que contamos son cortos y precisos. No se puede caer en algo como el paro indefinido de 2002, o la prolongación innecesaria de las protestas de 2017 sin un norte fijo. El país merece resolver su crisis política para así iniciar su reconstrucción en todos los demás sentidos.

Venezuela entera está en la búsqueda de un desenlace a esta historia de horror y opresión. No permitamos que una «cúpula podrida» prolongue lo que ya hemos decidido debe llegar a su fin. Son tiempos de esperanza, lucha y determinación para hacer de nuestro país no solo lo que está en nuestros sueños, sino lo que merecemos como realidad.

*Publicado originalmente en La Patilla, el 15 de enero de 2019

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#ReseñaVenezolana: Envuelto en el manto de Iris – Mariano Nava Contreras

Envuelto en el manto de Iris (2010) - Mariano Nava Contreras

Mariano Nava Contreras. Envuelto en el manto de iris. Humanismo clásico y literatura de la independencia en Venezuela. II edición. Mérida. Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes, 2010. 131 pp.

 

Publicada originalmente en 1996, por la Fundación Casa de las Letras Mariano Picón Salas, con una segunda edición revisada y prologada por el crítico literario Gregory Zambrano, en 2010, esta obra del escritor y profesor universitario Mariano Nava Contreras (Maracaibo, 1967) busca, de manera orgánica, reconocer los conceptos tomados de la antigüedad grecolatina presentes en nombres estelares del proceso de Independencia de Venezuela.

El libro está estructurado en doce capítulos más un epílogo en los cuales se asienta una base teórica y un recorrido por la enseñanza y tradición de lo clásico en tiempos de la colonia, hasta detenerse en figuras fundamentales del proceso emancipador como Francisco de Miranda, Andrés Bello, Simón Bolívar y Juan Germán Roscio.

Nava Contreras analiza este panorama no desde el asombro de que los antes mencionados conocieran de los literatos clásicos, sino desde la asunción que la cultura en la que estos sujetos se forman es justamente una que involucra, como columna vertebral, el aprendizaje de estos autores y sus textos.

Una de las premisas del libro es aquella de que tener una formación intelectual medianamente solvente en los estertores del régimen colonial significaba manejar los clásicos de manera directa. Bien fuera leyéndolos en su lengua de origen, o las traducciones que se disponían para el momento. Otra de las proposiciones de la obra es explicar a los lectores contemporáneos cómo los padres fundadores manejaban los conceptos e ideas pertenecientes a lo clásico y cómo quedó plasmado en sus realizaciones.

Nava Contreras se une al grupo de ensayistas y pensadores que han buscado redescubrir el pasado colonial de Venezuela, tan denigrado y olvidado por la historia oficial a lo largo de nuestra vida como república independiente. Quiere desmontar el mito de que antes de la generación libertadora no existía una herencia cultural. También, rompe con la hagiografía y la postal heroica que, en muchos textos y discursos, han querido colocar a estos hombres como una generación predestinada en la lucha por la libertad.

Asimismo, intenta ser una aproximación a una de las grandes carencias de la historiografía nacional: el estudio del pensamiento colonial como proceso. Hasta el momento, la mayoría de textos existentes sobre esta temática lo tocan tangencialmente. No existe una obra que calibre a la tradición clásica en Venezuela, como sí existen en otros países de la región.

Una característica a destacar es que este libro no está escrito desde la visión del historiador, sino del filólogo. Nava Contreras, doctor en filología clásica por la Universidad de Granada, deja a un lado al personaje histórico y se fija en el hecho literario. Ejemplo de ello es cuando nos retrata las influencias y características de la poesía de Andrés Bello, para concluir que se distinguen «la adecuación artística de los motivos y temas grecolatinos a la realidad natural americana» (p. 59).

Es así como la mirada del filólogo ayuda a comprender mejor la función de la literatura clásica en el contexto latinoamericano y en el venezolano. Se aprecia entonces el camino de ida y vuelta, y cómo el personaje estudiado recibe la herencia clásica, se la apropia y la reelabora en sus textos.

Para la realización de esta obra Nava Contreras destaca el uso de fuentes primarias, como los diarios de Francisco de Miranda, los escritos de Juan Germán Roscio y antologías poéticas de la Independencia. Pero también revisa a los autores que se han dedicado al estudio de los temas y periodos abordados. Algunos de ellos: Mario Briceño Perozo, Blas Bruni Celli, Miguel Castillo Didier, Caracciolo Parra León y Elías Pino Iturrieta, entre otros.

Envuelto en el manto de iris se convierte así en una contribución al estudio de la historia de las mentalidades en Venezuela, en el que se propone salirse del hecho anecdótico para repensar lo clásico y su influencia hasta nuestros días. Si se comparan la primera con la segunda edición, se infiere que es un libro que puede irse nutriendo continuamente de las investigaciones y descubrimientos en una materia que es todavía susceptible a revisiones.

Esta obra invita al debate. Esperemos que nuevos investigadores se interesen por estos temas y así poder enriquecer las visiones y revisiones de un periodo poco visitado por la historiografía nacional.

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#Opinión Venezuela, estas ruinas que ves

Venezuela, estas ruinas que ves

Collage digital obra del artista visual Francisco Bassin.

Venezuela, estas ruinas que ves

Por Guillermo Ramos Flamerich

Es un domingo a pocas horas de finalizar. En la televisión aparece una imagen conocida. La más común desde mi infancia. El candidato del oficialismo celebra su «victoria electoral» desde las afueras del Palacio de Miraflores. Habla de la revolución y que ahora todo va a mejorar. Que llegó el momento para convocar a todo el país. Esto justo después de insultar a sus adversarios; develar conspiraciones y decir que gobernará mucho tiempo más.

Pero este domingo 20 de mayo de 2018 las cosas fueron diferentes. No hay que venir del futuro ni ser brujo para palpar otro signo del ocaso histórico de una época. Nicolás Maduro, electo por menos de 1/3 de los venezolanos (según resultados oficiales) era anunciado como presidente reelecto para el sexenio 2019-2025. La bulla y la música a todo volumen a las afueras del palacio presidencial, solo buscaban tapar un secreto a voces, el gran derrotado no era solo Maduro, también la Revolución Bolivariana como alternativa, como sistema y como imaginario.

En Venezuela se dio una especie de profecía autocumplida, pero no solo por una elección que fue convocada por un órgano que no era el responsable del mismo (Asamblea Nacional Constituyente), ni por haber sido a destiempo. Tampoco por las irregularidades antes y durante el proceso. Sino porque todo lo que se denunciaba acerca de la Revolución Bolivariana, desde mucho antes de 1998, se ha ido convirtiendo en realidad. La propia Revolución Bolivariana también conocía su destino, y se armó y protegió para este momento. Cuando no tienen ni el fervor popular ni la legitimidad a lo interno y externo.

Se dijo que no eran democráticos. Nunca lo fueron. Se denunció que querían convertir a Venezuela en otra Cuba. Vamos peor. Se especuló sobre la maldad intrínseca de un discurso demagógico, nacido del resentimiento y el no reconocimiento de la diversidad. En eso ha derivado. Pero también el gobierno, desde los tiempos de Chávez, siempre argumentó que existía un plan internacional para derrocarlo. Que eran incómodos para las grandes potencias. Que el cerco era hasta militar… Al día de hoy, tenemos una comunidad internacional que ya no se fía en las cosas que diga o haga el régimen que ejerce el poder en Venezuela. Mientras este sistema político impere, no seremos ejemplo para nadie. Mucho menos para nosotros mismos.

Pero lo más importante no es que desde afuera nos vean como una dictadura. Es el sincerarnos como venezolanos. Colocábamos nuestras esperanzas en una «democracia imperfecta», en un pueblo contestatario y libre. Ya sabemos lo oprimido que estamos, lo poco, o nada, que vale nuestro voto, y las incongruencias y responsabilidades que debemos asumir en pleno.

También nos hemos dado cuenta que aunque tenemos cantidad de riquezas naturales y gente talentosa, la mayoría de esto sigue en posibilidades remotas. En esos sueños que solo sueños son, y no en una realidad concreta, marcada hoy por el hambre, la enfermedad y la muerte. Ese cambio espiritual que estamos transitando es duro, pero es necesario.

Considero que aunque la película del chavismo parece haber iniciado su etapa final, no sabemos cuánto durará esta. Sería muy desagradable decir cuánto tiempo más puede soportar no tanto Maduro, sino todo lo que él es y representa, en el poder. Lo que sí sabemos hoy es que cualquier posibilidad de cambio pasa por transformarnos a nosotros mismos y afrontar, con rigor, cabeza fría y pragmatismo, la necesidad de unificar los esfuerzos de todos los que queremos salir de esta pesadilla. Es imperante la unidad, porque la otra alternativa es la devastación.

Ya no está en juego un cargo o una cuota de un poder inexistente. Está en juego no solo nuestras vidas, sino las capacidades reales de superar esta crisis estructural como una nación en pleno. Nunca es tarde, pero mientras más temprano, mejor. Entramos en la crisis de las crisis, nadie puede pensar en esto como un trabajo fácil ni ameno. Pero hay que intentarlo desde lo mejor de nosotros mismos, asumiendo retos y venciendo dificultades.

Hagamos realidad ese pleno de existir como un todo, en Unidad, Virtud y Honor. No vaya a ser que nuestro himno nos siga desmintiendo y cual maldición eterna, debamos repetir en el tiempo que el vil egoísmo otra vez triunfó.

*Publicado originalmente en La Patilla, el 21 de mayo de 2018

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Trazar la ruta final

Cambio - Roberto Weil

Estos trazos de Roberto Weil expresan el anhelo de toda Venezuela.

Trazar la ruta final

Por Guillermo Ramos Flamerich

La muerte de Neomar Lander el pasado miércoles nos lleva a tantas preguntas como sentimientos de dolor e impotencia. ¿Cuántas más? Han sido muchas. Demasiadas. Y no solo me refiero a las que han ocurrido en 2017 o las de 2014. Nuestras ciudades están repletas de calles y esquinas que recuerdan a algún fallecido a manos de la violencia propiciada desde el Estado. Solo que por un tiempo fueron invisibles. Siempre resulta más fácil creer salvarse el pellejo con la indiferencia. Pasar agachado para que nada ocurra. Pero esta cosa horrible que vivimos siempre ha sido el accionar de la Revolución de las Miserias. Solo que desde hace un tiempo es mucho más que evidente. Construyeron una red de hamponaje, de cómplices y, creían ellos, que de esclavos. Pero más poderosa ha sido la conciencia democrática y el sentido de supervivencia de quienes se saben ciudadanos y no están dispuestos a claudicar ante nada ni nadie.

El gobierno ha perdido la noción de todo. Para ellos no hay país, solo son un parásito represor que se chupa todos los recursos que puede brindar esta tierra y que sonríe macabramente ante la miseria de los demás. No les importa nada, salvo el hecho de que cuando esto abandone el poder, lo que les espera es tan tenebroso que prefieren arriesgarlo todo. Es como un secuestrador que empieza a picar a su víctima por pedacitos, enseñando que no le teme a matar o a morir.

Mientras tanto, los venezolanos nos debatimos en una extraña cotidianidad, bipolar, agresiva e incierta. Siempre me pregunto, ¿cómo se vivía lo cotidiano durante los grandes conflictos de la humanidad? Siempre existirán momentos para reír, para compartir con la familia y los amigos, pero ese nudo en la garganta llamado situación país, no puede abandonar nuestras mentes y nuestros corazones. Además, el que hoy sea indiferente, solo puede haber perdido todo juicio y humanidad.

Es momento de definiciones. Porque el sistema perverso que tenemos ya está completamente definido. Tiene una bala para cada uno. Lo queramos o no, aquí nadie se salva si esto sigue. Ni tú, ni yo. Este momento lo es todo. Y si alguien viene con la cantaleta de que eso se dice todos los años, solo que vea a su alrededor. El siguiente paso unitario debe ser trazar las líneas de una ruta final. El final de esta tiranía, claro está. Y el comienzo de la Venezuela que está en nosotros. Suena difícil decir eso, accionar eso, pero las cosas se deben decir. El verbo construye realidades y el verbo, el pensamiento y la acción deben ser la tríada de toda lucha que se busque exitosa.

Ellos ya desafiaron con la fecha del 30 de julio. Son unas elecciones ilegales y chucutas que nadie se las cree. Pero allí están. El fantasma de la Constituyente nos acecha. Debemos impedir que esto ocurra y que ese logro sea otro hito de lo que se está por conquistar. La lucha cívica en las calles sí ha ido fracturando al régimen, pero siempre hay que seguir innovando. Si nos quedamos en el aparato, serán más los Neomar y más alejados los días de las definiciones.

Los actuales esfuerzos de resistencia contra la dictadura son innumerables. Desde activistas culturales, deportistas, apoyos internacionales, los constantes marchantes de cada convocatoria… Todo ello se debe articular con un sentido de urgencia y con unos valores claros que se deben repetir hasta el cansancio. ¿Por qué la Democracia? ¿Por qué la Libertad? ¿Por qué la solidaridad entre venezolanos? ¿Por qué la equidad? ¿Cómo se debe dar la reconciliación? No deben ser simples adornos conceptuales, sino las premisas de la hoja de ruta. En eso la dirigencia política tiene un gran compromiso, no solo ser reactivos, sino también ser reflexivos y pedagógicos. Pensar para actuar y aprender de ello.

Si la resistencia pacífica es para quebrar los pilares del régimen, también se deben seguir fomentando los puentes para que la estructura media de lo que hoy conforma la administración pública, pueda cruzar sin miedo desde el punto del oscuro presente a un futuro que se está por construir. Lleno de inquietudes pero siempre mejor que esto que tenemos. La lucha democrática es de todos, no de individualidades. Eso lo ha ido asimilando la sociedad y en esto todos estamos incluidos. Todos.

El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones.

Ese es el preámbulo de la Constitución de Venezuela. El gobierno hace rato que rompió y se burló de ese pacto. Cuando alguien pretende enterrar nuestros fundamentos como nación, la respuesta siempre será la rebeldía y el desconocimiento.

*Publicado originalmente por Polítika UCAB el 16 de junio de 2017

 

Les comparto este video que hice para Instagram. Hay que seguir y resistir:

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